jueves, 24 de marzo de 2011

El Lenguaje de la Química

Vivimos rodeados de signos que, de modo permanente, nos transmiten mensajes: levantar la mano para saludar a un amigo, colocar una cinta negra en una bandera en señal de duelo, entre otros. El ser humano puede, por tanto, intervenir o no en la creación de los signos naturales y artificiales. Los naturales son llamados índices, que el hombre ha aprendido a interpretar como signos: la fiebre es índice de infección o las arrugas de la cara son índice de envejecimiento y los signos artificiales son el resultado de una convención, es decir, que entre el objeto y lo que representa hay una significación convenida y más o menos arbitraria.
En este contexto es que haré referencia a la Química, ciencia que estudia las propiedades, composición y estructura de la materia y de procesos que tienen lugar en la misma, tanto naturales como provocados artificialmente, así como los intercambios de energía que acompañan a tales manifestaciones. En el mundo de la Química, a lo largo de la historia, los químicos se han visto en la necesidad de darle un nombre a los elementos o compuestos que se descubren en forma natural o se crean en los laboratorios.
Cada compuesto tiene propiedades físicas y químicas definidas que le permiten diferenciarse de los demás. Tales propiedades son, en buena medida, reflejo de su composición elemental. Pero esto no significa que las propiedades de un conjunto sean la simple sumatoria de las propiedades de los  elementos que le constituyen. El cloruro de sodio sería un buen ejemplo para desmentirlo, ya que, en condiciones ambientales estándar, el sodio es un sólido gris y el cloro es un gas amarillo-verdoso muy tóxico. Al combinarse ambos producen un sólido blanco, conocido por todos como sal de mesa. Por otra parte, dos compuestos pueden estar formados por los mismos elementos, pero dependiendo de la proporción en que se encuentren combinados pueden tener propiedades químicas y físicas bien diferentes. Por ejemplo: el agua y el agua oxigenada son sustancias distintas debido a la proporción en que se encuentran presentes en ellas los elementos que la componen. La fórmula del agua es H2O, en cambio, la del agua oxigenada, cuyo nombre químico formal es peróxido de hidrógeno, es H2O2.
A Menudo, el nombre da idea de las propiedades del elemento. Por ejemplo, hidrógeno significa, en griego, que engendra agua; oxígeno, que engendra ácidos; flúor, que es destructor; fósforo, que lleva luz, etc. De igual forma, el nombre de algunos elementos se ha dado en honor a los astros, como el selenio en honor a la luna, o el telurio en honor a la Tierra. También existen el uranio, el neptunio y el plutonio. Otras denominaciones se han tomado de la mitología, por ejemplo el tántalo, que es el nombre del hijo predilecto del dios Zeus.
Se conocen elementos que llevan el nombre de un país o de una parte del mundo. Por ejemplo, el germanio, el galio (de Galicia, el antiguo nombre de Francia). Asimismo, se perpetúan los nombres de los grandes científicos, como el caso del Fermio, Mendelevio, entre otros.
Ahora bien, en lugar del nombre completo de los elementos, para abreviar, los químicos utilizan símbolos químicos. A partir del siglo XIX, el químico sueco Berzelius sugirió utilizar como símbolo la inicial del nombre de cada elemento y, para solventar el problema de los distintos idiomas, la tomó de los nombres en latín. Así, el hierro se convirtió en Fe, la plata en Ag, entre otros. Cuando había más de un elemento que empezaba con la misma inicial, se añadía una segunda letra del nombre para evitar confusión. Como por ejemplo: Alumino (Alumen) (Al), Calcio (Calsis) (Ca), Potasio (Kalium) (K), Sodio (Natrium) (Na).
Actualmente, existe la tendencia a adoptar un sistema de nombres que permiten caracterizar las propiedades de las sustancias con mayor precisión. Para ello se da un nombre genérico correspondiente a la familia que agrupe al compuesto según su función química. Posteriormente, se especifica qué elemento presenta determinada función e, incluso, el estado de oxidación de éste, lo cual se logra con un manejo de terminaciones y de prefijos, según se requiera. Para simplificar la tarea de asignar nombres a los compuestos químicos se agrupan a los términos según su contenido o no de oxígeno. Con oxígeno: óxidos, hidróxidos, ácidos oxigenados (oxiácidos) y sales oxigenadas (oxisales). Sin oxígeno: hidruros, hidrácidos y haluros o sales haloideas.
Como pudo observarse, la Química también posee las nomenclaturas para denominar a los elementos y compuestos químicos, que, al igual que la Lengua Castellana, en algunos casos coinciden con los nombres y en otros no, son arbitrarios. No obstante, la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC), durante más de ocho décadas ha promovido un lenguaje mundial en el área de Química para la unificación de su nomenclatura.