viernes, 25 de noviembre de 2011

Tendencia Hegemónica y Procesos Educativos Latinoamericanos

Una vez que se produce la penetración de los europeos en América, se hace posible un contacto de razas, culturas y procesos históricos que hasta entonces tenían un curso independiente, se da la integración de los elementos que compondrán, posteriormente, la sociedad colonial. En lo que respecta a Venezuela, se puede decir que, en este primer contacto, el aborigen, sin hostilidad y con asombro, abre al español las puertas del nuevo mundo y hace sus mejores ofrendas. Pero, una vez pasado este periodo inicial del encuentro, nuestro aborigen tiene que reaccionar con heroísmo y valentía ante la actitud agresiva de esclavización que toma el colonialista. Tiene que hacer verdaderos esfuerzos para enfrentarse a quienes llegan a privarle de su libertad, posesiones y someterlo a la explotación.
De esta manera, se inicia ese largo período de ocupación y sometimiento de los aborígenes, quienes trataron de poner resistencia valientemente, pero que la superioridad de las armas de los conquistadores los dominó fácilmente. Este tipo de conquista se logró suavizar por la acción mediadora de los misioneros, quienes entablaron una colonización pacífica. Concluida la etapa de la conquista, se dio inicio al período de la colonización, este proceso se desarrolló con la clara delimitación de las clases sociales y con la ineluctable irrupción, no sólo geográfica sino también ideológica, cultural, económica, política y  educativa.
Con el transcurrir del tiempo, surge un sistema económico en el que los individuos y las empresas de negocios llevan a cabo la producción y el intercambio de bienes y servicios mediante complejas transacciones en las que intervienen los precios y los mercados (Se instaura en la segunda mitad del siglo XIX). Desde Europa, y en concreto desde Inglaterra, este sistema, conocido como capitalista, se fue extendiendo a todo el mundo, siendo el sistema socioeconómico casi exclusivo en el ámbito mundial.
Los intereses económicos son los más habituales cuando se tratan de explicar fenómenos sociales de dominación. Los defensores de esta concepción sostienen que las naciones se ven impelidas a subyugar a otras para expandir su economía, adquirir materias primas y mano de obra, o para dar salida a los excedentes del capital y producción. La teoría más notable que vincula el imperialismo con el capitalismo es la de Karl Marx. Lenin, por ejemplo, consideraba que la expansión europea del siglo XIX era la consecuencia inevitable de la necesidad de las economías capitalistas europeas de exportar su excedente de capital. Del mismo modo, los marxistas contemporáneos explican la expansión de Estados Unidos en el Tercer Mundo, basándose en imperativos económicos.
Por su parte, Althusser, seguidor de Gramsci, toma como punto relevante la dominación ideológica para así comprender la reproducción de las condiciones para la producción, este a diferencia de Marx y Lenin, destaca la importancia de la súper estructura jurídico-política e ideológica como un mecanismo de dominación del estado capitalista, con el fin de asegurar la reproducción del capitalismo.  Esto quiere decir que, no sólo se necesita de la fuerza de trabajo, sino de individuos que la ejecuten mandados ideológicamente. Da a entender que cierta posición económica es un factor determinante en la posición ideológica.
Además, dice que hay otras formas distintas que se encargan de asegurar la producción de la sociedad. Dentro de estas formas distintas se destacan los aparatos represivos y los aparatos ideológicos, estos favorecen la diferenciación de las principales formas de poder del Estado, ambos ejercen su dominación por medio de la represión y la ideología, estos se distinguen por la forma de cómo se introducen en la sociedad. Esta puede ser por medio de la violencia o mediante la ideología. El gobierno, la policía, el ejército, etc.; se encuentran en nuestra sociedad de una forma obligatoria. Los aparatos ideológicos son: la iglesia, la escuela, la familia, el sistema jurídico, el sistema político, sistema sindical, medios de comunicación e instituciones culturales. Para Althusser, el sistema educativo tiene la función de producir posiciones laborales, mediante la técnica y producir la interiorización de las relaciones de producción, a través de la inculcación de la subordinación y de las reglas esenciales de un determinado comportamiento.
Al respecto, Descombe, citado por Aguerredondo (1993), recalca la necesidad de profundizar en el impacto de la escuela como institución que actúa sobre las perspectivas y acciones de los docentes. La teoría se va a adaptar a la política que haya en esos momentos, depende de cómo se trabaje, ya sea pedagógicamente o políticamente y, a la vez, de cómo se puedan unir las dos. Los mismos que han realizado teorías de la resistencia conocen las limitaciones del sistema educativo, va a la par con el nivel social. Para cambiar el sistema educativo hay que ir cambiando, conjuntamente, la sociedad.
Retomando el elemento económico, el cual no está desligado de lo socio-educativo, Águila (2006) sostiene que los efectos del imperialismo suelen girar en torno a los aspectos económicos, dado que esta perspectiva es la que prevalece en los debates sobre sus posibles móviles. La polémica surge entre aquellos que creen que el imperialismo implica explotación y es la causa del subdesarrollo y el estancamiento económico de las naciones pobres, y los que alegan que, pese a las ventajas que proporcionó esta situación a las naciones ricas, también las naciones pobres se beneficiaron, al menos a largo plazo. Lo que resulta evidente es que el efecto del imperialismo ha sido desigual: unas naciones han obtenido mayores ventajas económicas que otras de su contacto con potencias más ricas.
En lo que respecta a la pobreza en América Latina, se puede afirmar que ésta ha crecido escandalosamente en los últimos años, dejando estragos que han sido ignorados por falta de sensibilidad o de ética, pero que aun así; por razones políticas y sociales, el mencionado aspecto no se debe perder de vista. El crecimiento económico no es necesariamente re-distributivo, ni necesariamente alivia la pobreza, pero una efectiva intervención gubernamental puede hacer que sus frutos se distribuyan mejor entre los diversos grupos sociales, aminorando la pobreza y reduciendo la concentración del ingreso. El bajo crecimiento económico, en cambio, aunque reduzca la concentración del ingreso, genera más pobreza, agravando todos los males de la sociedad. Dicho pues de manera convencional: el crecimiento económico es condición necesaria, más no suficiente, para la lucha contra la pobreza.
En los años 80, se agudizó el problema histórico de la pobreza y aumentó la  exclusión social, pero también se mantuvieron las tendencias hacia una expansión de la cobertura de los servicios sociales, aunque con un gran deterioro de la calidad, como ha sido el caso de la educación y de la salud. La democratización, la inserción internacional, el descenso de las remuneraciones mínimas, el aumento de la cobertura educativa y la acentuada masificación de los medios de comunicación social eran factores que sugerían profundas transformaciones en función del desarrollo de la América Latina.
Se parte de que en el período 1950-1980 se vivió un proceso de modernización socioeconómica acelerada, con una sostenida expansión del sistema educativo formal y de sus capacidades de investigación científico-tecnológica, hubo un fuerte crecimiento de la población en edad escolar (3% del promedio anual), grandes movimientos migratorios que incidieron en los patrones de urbanización, una gran alteración de la estructura del empleo y un aumento significativo de la participación laboral de la mujer.
Como síntesis, en lo educativo, se dice que: hubo una drástica reducción de la tasa de analfabetismo absoluto, pero el perfil educativo regional sigue siendo deficiente, lo cual se evidencia en los siguientes indicadores: el nivel educacional es de seis años; la mitad de la fuerza laboral no ha completado la educación primaria; la masificación tuvo un impacto inequitativo; mayormente la calidad de la educación es deficiente, sin vinculación con los requerimientos sociales; la investigación se concentra en las universidades, desvinculada del aparato productivo, con participación ínfima en el contexto internacional; los institutos de formación profesional, como enlace entre el sistema educativo formal y las empresas, han perdido vigencia y capacidad de respuesta; la expansión educativa y el esfuerzo científico-tecnológico y de formación han obedecido más a presiones sociopolíticas que a los requerimientos de desarrollo.
Aún existe cierta opresión en el sistema educativo para con los estudiantes, se impone un modelo a seguir, en cualquier tipo de escuela, se entregan las herramientas y cado uno tiene que valerse por sí mismo siguiendo los patrones preestablecidos. Las limitaciones que se tienen y probables casos de deserción serían la pobreza o la escasez de colegios en zonas rurales. Puede que no se noten estos problemas en la educación escolar, pero sí se notan en los estudios posteriores, como lo son las universidades, institutos profesionales, entre otros, en los cuales no todos pueden estudiar, ya sea por problemas económicos o por problemas académicos. Aunque se dan cierto tipo de facilidades como becas, créditos y distintas ayudantías, de igual forma que en el pasado, la clase alta tiene mayor tipo de posibilidades de surgir que la clase baja.
El modelo de desarrollo económico y los problemas de la integración social y la pobreza, han influido para que los sistemas de producción y difusión del conocimiento tengan un carácter polarizado y sin base integradora. La administración de los mismos se ha burocratizado de tal manera que cada uno constituye un segmento cerrado, lo que implica un aislamiento institucional y corporativo. Todo esto ha provocado una radical separación entre el sistema de formación de recursos humanos y las necesidades de desarrollo del nuevo contexto socioeconómico y del debate internacional sobre el destino de la educación. (Ottone y Mendoza 1997, s/n)
Todo parece confirmar que se ha llegado al término de un proceso de desarrollo educativo mediante el cual la región obtuvo importantes logros cuantitativos a expensas de menoscabar la eficiencia, la calidad y la equidad. Pasar de ese sistema a otro que privilegie la calidad de la enseñanza y su efectiva difusión a todos los niveles de la sociedad, así como las sinergias entre los distintos procesos de generación y difusión del conocimiento y entre ellos la economía, es el reto de la América Latina y el Caribe, una constante en todos los discursos educativos sobre la región.
Actualmente, América Latina muestra un mayor nivel de conciencia pública sobre la importancia de la educación en las estrategias de desarrollo, todo lo cual puede estudiarse en el aumento relativo de la inversión en educación y en el avance en la implementación de reformas institucionales, especialmente en lo que se  refiere a la descentralización educativa y la puesta en práctica de sistemas alternos de evaluación de los resultados. Pero todo esto es insuficiente porque, además de que hay que recorrer nuevas sendas para el mejoramiento de las formas de administrar, organizar y gestionar los sistemas educativos, tanto en los ámbitos nacionales y locales, como en la misma institución escolar, hay que recorrer un largo camino en el ámbito de las mejoras en el campo estrictamente pedagógico.
Hay datos muy preocupantes sobre los aprendizajes que logran los estudiantes y la relación de estos con las necesidades de desarrollo, autoconocimiento y autodesarrollo, y las expectativas sociales de las mismas, es decir, sobre la calidad, pertinencia y significatividad de los procesos de enseñanza y de aprendizaje y sus logros. Si a ello sumamos el casi unánime sentimiento de que lo que está en juego en la región, como demanda socioeducativa, es la competitividad económica y la gobernabilidad democrática de las sociedades, nos encontramos con un enorme desafío que trasciende lo estrictamente institucional.
Aunque hay una mayor preocupación y toma de conciencia sobre lo indispensable que es la educación en cualquier estrategia de desarrollo, lo que crea un ambiente propicio para la generación y difusión de las reformas escolares, todavía es mucho lo que falta por dilucidar, implementar y evaluar al respecto. Los cambios que se plantean desde el punto de vista de una serie de transformaciones que deben realizarse, incluyen posiciones conceptuales que se pueden indicar en los siguientes aspectos: hay que dejar de percibir a la educación, a la formación y a la investigación como compartimentos aislados, incomunicados, hay que verlas de manera integral, en su actuación, mediante un enfoque sistémico. Es necesario pasar de una administración burocrática, dirigista y centralizadora hacia formas de gestión en la que el Estado pueda regular desde la distancia y promover. Hay que dar impulso a las autonomías e implementar formas de evaluación que garanticen la calidad y la equidad.
La educación ha de dejar de ser segmentadora, con sistemas y funciones educativas cerradas, y asumir una función integradora y compensadora, a través de sistemas abiertos y flexibles. Los docentes han de ser vistos como parte fundamental de cualquier estrategia educativa, lo que implica pasar de una subvaloración social y económica a una valorización de la profesión prestigiosa y meritoria. La ciencia y la tecnología forman parte importante de cualquier planteamiento que vincule la educación y el desarrollo, por lo tanto, debe dejar de ser un sector marginal para incorporarse activamente en las universidades, empresas y gobiernos.
Tal como lo plantea Tedesco (1998), una de las ideas centrales de los procesos de transformación educativa ha sido la hipótesis según la cual la educación es un factor de equidad social, pero que este vínculo no es unidireccional ni estático y que "...no se trata de solamente preguntarnos cuál es la contribución de la educación a la equidad social sino, a la inversa, ¿cuánta equidad social es necesaria para que haya una educación exitosa?". (p.1). La interrogante surge porque por debajo de la línea de subsistencia, los cambios institucionales o pedagógicos no tienen impacto en los resultados escolares de los estudiantes. Gran parte del problema de las dificultades para mejorar los resultados del aprendizaje debe verse en su relación con el deterioro de las condiciones de vida de los educandos que determinan, por debajo de esa línea de subsistencia, las "condiciones de educabilidad" con las cuales los estudiantes ingresan a la escuela.
La educabilidad se refiere a: (a) el desarrollo cognitivo básico que se produce en los primeros  años de vida, que está vinculado a una sana estimulación afectiva, buena alimentación y condiciones sanitarias adecuadas y (b) la socialización primaria mediante la cual los niños adquieren los elementos éticos y actitudinales que les permiten incorporarse a una institución especializada distinta a la familia, como la escuela. (Tedesco 1998, p.2). Si no se modifican esas condiciones de entrada que hacen que un alto porcentaje de educandos ingresen a la escuela con deficientes niveles de educabilidad, poco pueden hacer las instituciones educativas, por muy reformadas que estén. Aunque la educación sea un factor de equidad social, si no se garantizan unos niveles básicos previos, difícilmente se podrá educar con posibilidades de éxito.
Los procesos de transformación educativa tienden a dar prioridad a la reforma institucional y más específicamente, a la descentralización y a la creación de sistemas de medición de resultados. Esto último se explica por el hecho de que es una de las exigencias del Banco Mundial, que en sus políticas de asesoramiento y financiamiento incluye el desarrollo de mecanismos de medición de resultados de aprendizaje, que permitan "medir la calidad" de los mismos y hacerlos internacionalmente comparables. (Rama, 1994, p.25). Pero, ¿hasta qué punto, esos resultados reflejan la verdadera calidad educativa?
En síntesis, los países de la región han tomado conciencia del carácter prioritario de la educación, no obstante, ha habido históricamente un marcado carácter ideológico-atomicista y económico de dominación que desvirtúa el propósito fundamental de ésta. Es muy probable que en los últimos años, a medida que el cambio curricular se consolide, las reformas se orienten especialmente a consolidar estilos de aprendizaje humanistas y las pautas pedagógicas vigentes en las escuelas se conduzcan a través de metodologías emergentes, inter y multitransdiciplinarias que permitan la construcción del conocimiento que se genere de la interacción del hombre con la realidad de la cual forma parte, generando redes dinámicas y significativas de acción colectiva.