La educación bolivariana
concibe a la escuela como centro del quehacer comunitario; en esta perspectiva,
las instituciones educativas deben promover actividades que orienten el protagonismo
y la participación de los sujetos, bajo los principios de corresponsabilidad,
en la que intervienen todos los actores del hecho educativo. Esta
particularidad de considerar a la escuela como espacio de práctica constante
que fortalece la comunicación y la colaboración, está en consonancia con lo
propuesto en la
Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, en el Proyecto Educativo Nacional y, de manera especial, se
vislumbra en el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación , con lo cual se
aspira transformar la debilidad individual en fuerza colectiva, teniendo en
cuenta que el establecimiento de la organización no implicará menoscabo de la
independencia, autonomía, libertad y poder originario del individuo sino que
prevalezcan los elementos en común, que permitan construir una comunidad.
En este sentido, los elementos
políticos, económicos, sociales y, particularmente educativos, deben estar íntimamente conectados para
garantizar la formación de las nuevas generaciones. Esta interrelación es tan determinante en la
sociedad, puesto que garantiza la transformación política-ideológica que el
Estado, como ente rector, debe dirigir, conformándose
como un sistema. Un sistema que debe ser flexible, permeable y abierto; debido a que el saber
popular es fundamental para adecuar los espacios, contextualizar los
conocimientos y garantizar la resolución de problemas, en un marco de
equilibrio territorial, donde la comunidad desarrolle la capacidad propia de
innovar, trabajar, organizar, crear y recrear culturas. Todo ello, en defensa de la seguridad social y en
pro de que el ser humano se vincule con
la familia, la sociedad y el Estado,
para avanzar en respuestas que dejen saldos organizativos y bien direccionados.
En consecuencia, la escuela debe
propiciar actividades que vayan en función de conocer las múltiples expresiones
culturales, procesos de trabajo, de producción y tradiciones existentes en la
comunidad. Pues, en ella deben establecerse escenarios que permitan la
organización y el desarrollo de asociaciones, grupos de trabajo comunal,
organizaciones de base, consejos estudiantiles, entre otros, como práctica para
impulsar el desarrollo de acciones comunitarias y solidarias. Es así como la
escuela, bajo un enfoque de sistemas, viene a considerarse como una herramienta
que fomente el análisis de los elementos que la conforman, debido a que permitirá
estudios de lo complejo a lo simple, del todo a las partes y viceversa. Es
decir, en ella se conformarán equipos que faciliten intercambio de ideas, que puedan aportar
soluciones tanto escolares como comunales. De igual forma, en ella se podrá fomentar
el espíritu organizacional y el sentido de la corresponsabilidad de las
personas acorde con sus realidades. Debido a que debe conocerse el entorno que
rodea a las instituciones educativas; saber con qué se cuenta y dirigir la
planificación de las actividades,
tomando en consideración las fortalezas, oportunidades, debilidades y
amenazas tanto de la escuela como de la comunidad. No obstante, este proceso no
debe quedar hasta aquí, pues es preponderante que la escuela abra sus puertas;
que todos y todas participen en la
planificación, en la ejecución, en la evaluación y, que del consenso, surjan
las ideas, las propuestas y los
correctivos pertinentes para cada caso.