Iniciaré este escrito considerando que, etimológicamente, gestión social, se conforma de palabras que provienen del latín. Así, en primer lugar, está el vocablo gestión proveniente de gestio, que es fruto de la suma de gestus, que significa “hecho”, y del sufijo tio, que puede traducirse como “acción y efecto”. En segundo lugar, está la palabra social que, a su vez, tiene su origen en el vocablo latino socius, que es equivalente a “compañero”.
Por lo que, la gestión social está íntimamente relacionada con la construcción de diversos espacios para la interacción social. Se trata de un proceso que se lleva a cabo en una comunidad determinada y que se basa en el aprendizaje colectivo, continuo y abierto para el diseño y la ejecución de proyectos que atiendan necesidades y problemas sociales. En consecuencia, implica el diálogo entre diversos actores, como los gobernantes, las empresas, las organizaciones civiles y los ciudadanos.
Todo ello da lugar a hacer referencia a una serie de cuestiones que también funcionan como sinónimo de gestión social o que realmente se convierten en elementos indispensables de la misma para que ella pueda llevarse a feliz término. Este sería el caso de lo que se conoce como autogestión, desarrollo comunitario o gestión comunitaria. De acuerdo al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), la gestión social es un proceso completo de acciones y toma de decisiones, que incluye desde el abordaje, estudio y comprensión de un problema, hasta el diseño y la puesta en práctica de propuestas.
El proceso requiere de un aprendizaje conjunto y continuo para los grupos sociales, que les permita incidir en el diseño de las políticas públicas. De esta forma, la gestión social se constituye como un canal mediante el cual la comunidad actúa, con espíritu emprendedor, para promover un cambio social. Para su éxito, es necesario reforzar los lazos comunitarios y trabajar por la recuperación de la identidad cultural y de los valores colectivos de la sociedad en cuestión.
En consecuencia, desde el punto de vista formativo, el reto es desarrollar la capacidad de gestión para responder a la complejidad que atraviesan los niveles de interrelación e interacción de los actores, sectores, poderes y voluntades que realcen la importancia de las dinámicas que viven las comunidades, quienes son las que generan el desarrollo. Un desarrollo coherente, integrador y armónico donde todos los actores sociales, públicos y privados, se construyan como sujetos capaces de articular esfuerzos, voluntades, poderes, con miras a gestionar sus propias transformaciones particulares en colectivos, en un contexto de civilidad y desde un Estado Social de Derecho en donde las personas se sientan partícipes y protagonistas de las relaciones sociales; no solo receptores de derechos, sino también de obligaciones y nuevas responsabilidades sociales.
Por lo que, la gestión social está íntimamente relacionada con la construcción de diversos espacios para la interacción social. Se trata de un proceso que se lleva a cabo en una comunidad determinada y que se basa en el aprendizaje colectivo, continuo y abierto para el diseño y la ejecución de proyectos que atiendan necesidades y problemas sociales. En consecuencia, implica el diálogo entre diversos actores, como los gobernantes, las empresas, las organizaciones civiles y los ciudadanos.
Todo ello da lugar a hacer referencia a una serie de cuestiones que también funcionan como sinónimo de gestión social o que realmente se convierten en elementos indispensables de la misma para que ella pueda llevarse a feliz término. Este sería el caso de lo que se conoce como autogestión, desarrollo comunitario o gestión comunitaria. De acuerdo al Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), la gestión social es un proceso completo de acciones y toma de decisiones, que incluye desde el abordaje, estudio y comprensión de un problema, hasta el diseño y la puesta en práctica de propuestas.
El proceso requiere de un aprendizaje conjunto y continuo para los grupos sociales, que les permita incidir en el diseño de las políticas públicas. De esta forma, la gestión social se constituye como un canal mediante el cual la comunidad actúa, con espíritu emprendedor, para promover un cambio social. Para su éxito, es necesario reforzar los lazos comunitarios y trabajar por la recuperación de la identidad cultural y de los valores colectivos de la sociedad en cuestión.
En consecuencia, desde el punto de vista formativo, el reto es desarrollar la capacidad de gestión para responder a la complejidad que atraviesan los niveles de interrelación e interacción de los actores, sectores, poderes y voluntades que realcen la importancia de las dinámicas que viven las comunidades, quienes son las que generan el desarrollo. Un desarrollo coherente, integrador y armónico donde todos los actores sociales, públicos y privados, se construyan como sujetos capaces de articular esfuerzos, voluntades, poderes, con miras a gestionar sus propias transformaciones particulares en colectivos, en un contexto de civilidad y desde un Estado Social de Derecho en donde las personas se sientan partícipes y protagonistas de las relaciones sociales; no solo receptores de derechos, sino también de obligaciones y nuevas responsabilidades sociales.