
El ser humano se desenvuelve en un ambiente que está lleno de mensajes. En consecuencia, lee permanentemente e interpreta diversidad de informaciones que están a su alrededor. El hábito de la lectura está tan enraizado que ni siquiera se advierte, no se tiene conciencia de este ejercicio tan cotidiano. No obstante, en el ambiente académico, cuando se habla de lectura, es preciso hacer énfasis en el aspecto comprensivo y, muy especialmente, en considerar al proceso lector como una acción comunicativa enmarcada por un espacio social determinado. En tal sentido, la acción pedagógica debe estar dirigida hacia el desarrollo de actividades que fomenten las habilidades lectoras del estudiante, las cuales deben ser consideradas en forma interdependiente y de adquisición simultánea, con la finalidad de que se propicie el compartir de saberes, de experiencias previas y se faciliten procesos hermenéuticos y dialógicos entre los estudiantes y los actores sociales del entorno donde se desenvuelven. Considerando estas premisas, leer no es solamente descifrar un texto escrito, sino construir inteligentemente el significado del mismo, interactuando con la información visual que se encuentra en el texto, con los diversos factores contextuales y con los conocimientos y experiencias previas del sujeto.
En el proceso de la lectura es posible que los individuos cambien sus propias opiniones o construyan otras que podrían ser introducidas a nivel social a partir de la actividad comunicativa y del consenso entre los individuos. Así, las orientaciones que se proponen parten de un enfoque comunicacional-funcional del proceso lector, que exige satisfacer necesidades, expresar ideas, intercambiar puntos de vista y transmitir mensajes: condiciones especiales para formar ciudadanos democráticos, críticos y participativos. De esta manera, la lectura propicia la integración con todas las áreas del currículo. Este hecho contribuye a la organización de actividades que favorezcan la participación del estudiante en los procesos de observación, análisis, comprensión, comparación y clasificación, sobre la base de la situación que permita su crecimiento intelectual, afectivo y social.
El propósito de la enseñanza de una lectura creativa es lograr el desarrollo de la competencia comunicativa del estudiante, atendiendo a los procesos de comprensión y producción en el lenguaje oral y escrito, tomando en cuenta el uso de los registros adecuados para cada contexto situacional. Es importante destacar, que deben evitarse posturas dogmáticas que frenan el intelecto y la capacidad dialógica del individuo, por ello, el lector debe estar atento a la diversidad de informaciones que lleguen hasta él, con el fin de interpretarlo considerando factores multidimensionales, multireferenciales y socialmente complejos, para evitar vacíos epistémicos e inadecuados. Es en esta perspectiva que debe enseñarse la habilidad lectora. Marín y De la Torre (1991) aseguran que la lectura, además de un proceso de descodificación, se considera como tal, cuando el lector es capaz de entender lo que lee. De ahí que afirman “que el texto escrito es algo que habla no sólo a los ojos sino también al entendimiento y a la imaginación.” (p.400). Igualmente, comentan que, a través de la lectura, el lector, además de distraerse, aviva su imaginación y al mismo tiempo aprende a conocer los sentimientos, los problemas, las opiniones, las alegrías de los hombres, su modo de reflejar la realidad, entre otras cosas.
En este marco de referencias, la lectura creativa, además, toma en consideración aspectos que apuntan a un diálogo donde se dé cabida a las perspectivas y conocimientos de los otros, sus enfoques y sus puntos de vista, para desarrollar las habilidades que faciliten la construcción de los significados, de espacios intelectuales y de experiencias compartidas. Esto en consonancia con lo expresado por Carrizo y otros (2003), quienes aseveran que debe privilegiar una aptitud de “pensar en red”, para abordar el conocimiento de la realidad desde una mirada compleja y formulando una estrategia transdisciplinaria que permita la integralidad de los saberes, nuevas maneras de organizarlo, nuevas visiones y actitudes.
Se trata de comprender un pensamiento que separa y que reduce junto con un pensamiento que distingue y que religa. No es abandonar el conocimiento de las partes por el de las totalidades ni el análisis por la síntesis, hay que conjugarlos y contextualizarlos. Para Morín (2001) “existen los desafíos de la complejidad a los cuales los desarrollos propios de nuestra era planetaria nos confrontan ineluctablemente” (p.48). Esto es, precisamente a lo que se apunta, un abordaje de fenómenos y realidades que son significativas para el ser humano en la medida en que se reconozca su reciprocidad e interdependencia con un todo organizado y común. En atención a esto, el docente debe apuntar su acción hacia lo transdisciplinar, intentando escudriñar a la persona que subyace como unidad biopsicosocial, en su realidad, en su medio ambiente, con sus objetivos y sus fines.
Igualmente, la lectura creativa se inscribe en una pretensión de su aplicabilidad a cualquier fenómeno social inspirándose en aspectos conceptuales de distintas disciplinas, convirtiéndose en un instrumento útil para acceder al saber popular que sirve de base para interpretar la realidad y se constituye en materia prima para que los actores sociales, a través de procesos hermenéuticos, adquieran la capacidad de establecer ideas que generen conocimientos ajustados a su realidad y a sus intereses sociales. Por ello, esta concepción de la lectura representa una forma de participar y compartir con otros seres humanos. Es un proceso en donde las personas intervienen con cierto compromiso que les ayuda a alcanzar una mutua aceptación y una comprensión a partir de la interacción.
El aprendizaje de la lectura, como todos los aprendizajes, no se produce en aislamiento. Ugas (2006) sostiene que es vital para la sociedad el intercambio de información, debido a que propicia una dinámica indispensable que mantiene las estructuras sociales. De este modo, los estudiantes aprenden a leer comprensivamente cuando confrontan con sus compañeros y maestros, los hallazgos en un determinado texto. En este contexto, se propone la lectura creativa donde se privilegia la acción comunicativa que se da a través del diálogo, puesto que permite el compartir de saberes y experiencias, facilitando al estudiante la comprensión textual y del entorno donde se desenvuelve, con sus múltiples canales, en los cuales el actor social participa en cualquier instante que lo desee o no, interviniendo no sólo con palabras sino también con gestos, miradas y silencios. Por ello, la reciprocidad entre el docente y los estudiantes requiere un lenguaje clarificador y estructurado, abierto a las múltiples expectativas e intereses de los estudiantes, valorando su interrelación y la expresión oral, en sus numerosas matices y tonalidades. En esta perspectiva, Sagastizabal (2006) asevera que el diálogo es un proceso de indagación colectiva sobre los supuestos y certezas que conforman la experiencia diaria (p.172). De este modo, el diálogo permite el acercamiento, el compartir, el pensar juntos, poniendo en común y al descubierto información, opiniones, diversidad de mensajes y significados.
En suma, lo que se pretende es que en el aprendizaje de la lectura se promueva el compartir de experiencias, que haya una participación activa y se construya el significado a partir de ideas consensuadas. Como lo afirma Morales (2007), el docente debe leer y compartir, comentar lo que lee y leer con otros, es decir, dar ejemplo. Por lo que, la metodología que utilizará debe ser flexible, globalizada y centrada en el estudiante, insistiendo en estimular la creatividad e impulsándole a usar lo aprendido para expresar sus propias ideas, pensamientos y necesidades.
REFERENCIAS
Carrizo, L., Espina, M. y Kleiu, J. (2003).
Transdisciplinariedad y Complejidad en el Análisis Social. Versión Preliminar.
Uruguay: Most.
Marín, R.
y De la Torre , S.
(Coord.). (1991). Manual de la Creatividad.
Barcelona-España :
Vicens Vives.
Morín, E. (2001). Los
siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: Magisterio.
Sagastizabal, M. (Coord.). (2006). Aprender y enseñar en contextos complejos. Argentina: Noveduc.
Solé, I. (2000). Estrategias de Lecturas. (11a. ed.). Barcelona-España: GRAÓ.
Ugas, G.
(2006). La
Complejidad. Un modo de pensar. San Cristóbal-Táchira: Lito Formas.