lunes, 2 de abril de 2018

¿Cómo mejorar la oratoria para tu disertación de grado?

            En algún momento de nuestras vidas como estudiantes, nos hemos preguntado: ¿qué debo hacer para mejorar mi dicción?, ¿cómo hago para no repetir esta palabra o muletilla?, ¿cómo saldré en la presentación oral de mi trabajo de grado? Estas y otras interrogantes, me han llevado a escribir este artículo; el cual, deseo, pueda ayudarnos a responder y a canalizar estas inquietudes.
            En tal sentido, es necesario que recordemos las definiciones que nos han dado algunos autores en cuanto a la oratoria. Añez  (2006), la define como “el arte de hablar bien. También es considerado  un género literario formado por el discurso, la disertación, el sermón” (p. 45); se aplica a todos  los actos comunicativos que están planteados con la intención persuasiva (conferencia, charlas o exposiciones).  Por su parte, la Real Academia de la Lengua Española la considera como el “arte de hablar con elocuencia; de deleitar, persuadir y conmover por medio de la palabra”. Una interesante definición que coincide con la anterior y hace referencia a una dialéctica fecunda dirigida con intencionalidad específica.
            Albán  Aléncar (2007), nos regala una aseveración acorde a los propósitos que guían este ensayo. Para este autor, la oratoria es el conjunto de principios y técnicas que permiten expresarnos, principalmente de manera oral, con claridad, facilidad y sin temores, ante un público numeroso y variado, con la intención de transmitir un determinado mensaje. Esto es precisamente, lo que queremos: mejorar nuestra expresión para presentar el informe final de nuestro trabajo de investigación y el informe final de prácticas profesionales, requisitos indispensables para aprobar y culminar nuestra carrera universitaria.
            Es así, como trataremos de revisar, someramente, algunos principios y técnicas que guían el desempeño del orador. El orador, persona que transmite el mensaje, debe cultivar algunas cualidades que le permitirán perfilar su estilo oral. Entre éstas tenemos: (a) las físicas, que comprenden su aseo personal y vestuario; los cuales deben estar acordes al contexto y público al que va a dirigirse; (b) las cualidades intelectuales, referidas a la buena memoria y al dominio del tema a tratar, por lo que debe estudiar su discurso y evitar ambigüedades; y (c) las cualidades morales, que enfatizan la puntualidad, honradez y congruencia; todas estas cualidades deben estar acompañadas (o más bien, blindadas) de una amplia actitud mental positiva, que permitirá darle el sello personal a nuestro discurso;  el cual debemos diseñar y ejecutar con naturalidad, claridad, concisión, coherencia y sencillez.
            Como seres hablantes, estamos dotados de una amplia fuente de recursos expresivos que permiten comunicarnos. Tal es el caso de la voz. El manejo de la voz es crucial para configurar nuestro estilo oral. Es importante hablar con claridad, adecuar el volumen o intensidad de la voz al auditorio o público que está escuchándonos, realizar las modulaciones necesarias al momento de hablar, cuidar la dicción o pronunciación correcta de cada una de las palabras y prestarle atención al ritmo, a través de la utilización de las pausas precisas y acordes al discurso.
            En consecuencia, debemos evitar un lenguaje soez y descuidado. Para ello, es importante que tomemos conciencia de que estamos formándonos como profesionales y apuntamos hacia la excelencia. En razón a esto, evitemos la omisión de letras: pa´lla, en lugar de para allá; evitemos la mala pronunciación de palabras como: queríanos, amábanos, besábanos, lo correcto es decir: queríamos, amábamos, besábamos. Luchemos, férreamente, contra la repetición “incontrolada” de palabras o frases en el discurso, popularmente conocida como muletillas.  Es frecuente escuchar la reiteración de términos como “entonces”, “¿no es verdad?”, “¿bueno?”, “¿sí?” “esteeeee…”, “hum”, “hem”, “O.K.”, “o sea”, “ves”, “digamos”, “así es”, “me explico”, “indudablemente”, “básicamente”, “me entienden” y muchos otros.
            Una forma de evitar estas molestas muletillas, que empañan nuestras exposiciones orales, consiste en: (a) intenta reducir la velocidad del discurso y realizar pausas conscientes entre las frases. (b) Grabar el discurso. (c) Repasar la grabación e intentar detectar las muletillas. Una vez que las ubiquemos, debemos ser inflexibles con ellas. Al principio, lo sentirás como algo forzado, pero con el pasar del tiempo, te saldrá con naturalidad. (d) Esfuérzate cada vez que hables en público para evitarlas. Debes practicar mucho, frente al espejo, con un colega, amigos o familiares. Con la práctica, se logra la perfección. Sólo así desaparecerán.
            Otra técnica interesante son los ejercicios de vocalización. En una posición cómoda trata de relajar todo tu cuerpo, especialmente tu garganta. Vacía tus pulmones, toma suficiente aire por tu nariz (no demasiado), y empieza a dejar salir un flujo de aire constante mientras pronuncias los siguientes sonidos por varios segundos: “ooo, uuu, aaa, eee, iii”. Como puedes ver, vas a mantener un tono constante hasta que termines de pronunciar todos ellos, y de preferencia trata de hacerlo con una sola toma de aire. Empieza con un tono medio que sea cómodo para ti; comienza con tu tono natural de voz, y después, prueba expresar tonos más graves y tonos más agudos.
            Para mejorar tu dicción, te recomiendo el uso de los trabalenguas. Busca y apréndete de memoria al menos 5 trabalenguas que contengan consonantes diferentes, para que puedas practicarlos en cualquier oportunidad que tengas. Repite de cinco a diez veces al día cada trabalenguas. Trata de aumentar poco a poco la velocidad, sin descuidar la buena pronunciación, y de preferencia hazlo también con un lápiz debajo de tu lengua.
            Otro de los recursos expresivos que poseemos como hablantes es el lenguaje corporal, también conocido como componente no verbal de comunicación. Con nuestro cuerpo podemos transmitir mensajes: acompañamos las palabras, le damos fuerza, le damos dramatismo. Para ello, podemos usar nuestras manos y brazos. Las manos las usamos para apoyar nuestra comunicación, como expresión confirmatoria de lo que queremos decir. También contamos con los ademanes: que son movimientos de manos y brazos para enfatizar el valor de las palabras y las emociones. Los ademanes bien ejecutados potencian el significado de las palabras y las intenciones.
            Claro está, también estos ademanes deben ser ejecutados tomando en consideración el discurso, sin abusar de ellos. Incorpora movimientos con tus manos que te ayuden a enfatizar inteligentemente las partes clave de tu mensaje. Durante nuestra disertación oral debemos evitar cruzarnos de brazos, tocarnos la cara, no colocar las manos en la cintura ni meterlas en los bolsillos ni frotarlas constantemente. Este tipo de gesto da la impresión de inseguridad y nos deja mal parados frente a un auditorio o jurado.
            La cara es otro de los recursos expresivos con los que contamos y es el principal sistema de señales para mostrar las emociones. Hay 6 emociones principales y 3 áreas de la cara responsables de la expresión. Las emociones son: alegría, sorpresa, tristeza, miedo, ira y asco o desprecio. Las tres regiones faciales implicadas son: la frente/cejas, los ojos/párpados, la parte inferior de la cara. Una conducta socialmente habilidosa requiere una expresión facial que esté de acuerdo con el mensaje. Si una persona muestra una expresión facial de miedo o de enfado mientras intenta iniciar una conversación con alguien, es probable que no tenga éxito, por eso debemos cuidar este tipo de gestos a la hora de comunicarnos.
La sonrisa es un componente importante al momento de entregar un mensaje. Puede utilizarse como sonrisa defensiva, como gesto de pacificación. Con una sonrisa podemos suavizar un rechazo, comunicar una actitud amigable y animar a los demás a que nos devuelvan también una sonrisa. Además, de mostrar agrado hacia lo que estamos haciendo y diciendo. Puedes sonreír como muestra de satisfacción por la meta alcanzada y el hecho de culminar con éxito tu carrera, y estar ahí contando tu experiencia con la mejor de tus sonrisas.
El contacto visual es crucial. Es importante que cuando estés presentando tu trabajo pasees la vista por todo el auditorio, de forma pausada. Evita mirar a una persona en particular. Debemos evitar las miradas cortas e inquietas. Si mirar a los ojos nos resulta incómodo, lo mejor es mirar a la frente, ya que da la misma impresión. Realicemos miradas de forma global. Mirar a la audiencia es una forma de mantener la atención, la persona que percibe nuestra mirada, experimenta la sensación de que se le habla a ella, por el contrario si un sector no recibe nuestra mirada, tendrá la sensación de que no le tenemos en cuenta.
Ahora bien, un aspecto que perturba a algunos estudiantes a la hora de efectuar una disertación, es el miedo escénico, el cual se constituyen en un sentimiento de inquietud causado por la emoción. Es una conmoción del espíritu ante un riesgo, sea inminente o no, real o imaginario, lo que puede generar un estado caótico en la persona. Algunos de los factores que lo estimulan son: La competencia (medirse comparativamente con otros), la evaluación (saberse supervisado), el conocimiento (La falta de preparación académica), la expectativa (esperar más de uno o de los demás), la incertidumbre (dudar sobre lo que acontecerá), la inexperiencia (carecer de práctica previa), la intensidad (circunstancias especiales) y la novedad (enfrentar lo desconocido).
El miedo escénico puede manifestarse de diversas formas y en intensidades diversas. Algunos de los efectos pueden ser:  pérdida de la visibilidad o de la audición, aceleración del ritmo cardíaco,  respiración acelerada, el frío o el calor invade todo el organismo, copiosa sudoración en quien a la vez siente frío, bloqueo de la memoria, requerimiento urgente de orinar, malestar estomacal, corte de la digestión, imperiosa necesidad de desechar; o náuseas y deseo de devolver,  risa indetenible o lloriqueo imparable, sequedad en la boca, ganas de esconderse tras de algo, ruborización y sobrecalentamiento del rostro, temblor en el cuerpo, particularmente en piernas y manos, tartamudeo y atropello de la expresión, ahogo de las palabras como si la lengua se le pegara; en fin, malestar general.
            Como puede constatarse, son muchísimos los efectos que causan padecer de miedo escénico. En consecuencia, debemos actuar y sobreponernos para luchar contra ese perverso, antiacadémico enemigo. Seguidamente, apuntaré algunos consejos que pueden ayudarnos a superarlo:
1)Acepte que el miedo existe y que usted tiene o puede tener miedo, por tanto:  (a)Usted no es la única persona que siente miedo. (b)El miedo no es vergonzoso.  (c)Usted siempre tendrá miedo al enfrentar al público. (d)El miedo, o por lo menos un poco de él, es positivo. (e)La ausencia absoluta de miedo, puede resultar negativa. (f)La audiencia no sabe que usted está nervioso
2)Sea asertivo, cultive su autoestima
3)Proceda con valor como si no tuviera miedo
4)Mire al auditorio con confianza, no lo evada
5)Prepare y ensaye su discurso
6)Hable. Hable. Hable
7)Desconfíe de los estimulantes
8)Descanse
9)Sepa que el público desea oírlo
10)Relájese.
La relajación puede ser hecha, y conviene que así sea, en dos tiempos distintos: La relajación remota. Es la que se hace días previos al discurso, y en algunos casos el mismo día, pero, antes de estar ya en el escenario. Es así como podemos hacer: ejercicios físicos, ejercicios de relajación y ejercicios de respiración.  Por su parte, la relajación inmediata es la que hacemos pocos minutos o segundos antes de comenzar a hablar. Comprende: Ejercicios de eliminación de la tensión del rostro, como por ejemplo: comprima el rostro, frunza el ceño, comprima los músculos de la frente, cierre los ojos con fuerza y comprima los labios y todo el rostro. Ahora, relaje el rostro plácidamente, lentamente, lo más lento que pueda, y dibuje una sonrisa en su cara. Repita el ejercicio. Estire la boca, tanto como le sea posible, abra la boca y los ojos, estire la mandíbula. Ahora, lentamente, lo más lento que pueda, relaje el rostro y dibuje una sonrisa. Repítalo.
Igualmente, contamos con los ejercicios de respiración, los cuales podemos practicar teniendo en cuenta:
Paso 1. Asume una postura erguida pero natural.
Paso 2. Exhala por completo el aire que hay en tus pulmones a través de tu boca y nariz hasta que sientas tu abdomen comprimido.
Paso 3. Inhala de manera natural permitiendo que el aire entre y llegue hasta tu estómago, cuidando de no levantar tus hombros.
Paso 4. Una vez que tengas tus pulmones llenos y sientas tu abdomen levantado, exhala iniciando de nuevo el proceso. Repite 3 veces
Para la relajación muscular puedes hacer de 3 a 5 movimientos circulares suaves con tu cabeza y tu cuello para relajarlos. Repite estos movimientos circulares suaves con tus hombros, rotándolos de atrás hacia adelante y de adelante hacia atrás. Agita tus manos de 3 a 5 veces como si estuvieras sacudiendo agua ligeramente. Si tú sientes tu quijada tensa,  relájala abriéndola y cerrándola de manera suave.
Otra técnica importante, consiste en visualizar en tu mente un resultado positivo de lo que estás a punto de enfrentar.  Debes sentirte  convencido de que lo que compartirás, va a ser percibido como algo de valor por parte de tu público. Que te veas a ti mismo en el escenario, tranquilo y hablando con mucha fluidez y confianza. Finalmente, imagina a tu público aplaudiendo y mostrándote su aprobación al término de tu presentación. Espero que estas sencillas técnicas, te ayuden a controlar el miedo escénico y puedas disertar, con éxito, tu trabajo de grado y el informe final de tus pasantías. No obstante, recuerda siempre: La constancia es la clave del éxito. Por eso, te pregunto: ¿Tú crees que un atleta  está listo para competir y ganar con sólo haber trotado un día antes de la competencia?