En algún momento de nuestras vidas
como estudiantes, nos hemos preguntado: ¿qué debo hacer para mejorar mi
dicción?, ¿cómo hago para no repetir esta palabra o muletilla?, ¿cómo saldré en
la presentación oral de mi trabajo de grado? Estas y otras interrogantes, me
han llevado a escribir este artículo; el cual, deseo, pueda ayudarnos a
responder y a canalizar estas inquietudes.
En tal sentido, es necesario que
recordemos las definiciones que nos han dado algunos autores en cuanto a la
oratoria. Añez (2006), la define como “el
arte de hablar bien. También es considerado
un género literario formado por el discurso,
la disertación, el sermón” (p. 45); se aplica a todos los actos comunicativos que están planteados
con la intención persuasiva (conferencia, charlas o exposiciones). Por su parte, la Real Academia de la Lengua
Española la considera como el “arte de hablar con elocuencia; de deleitar,
persuadir y conmover por medio de la palabra”. Una interesante definición que
coincide con la anterior y hace referencia a una dialéctica fecunda dirigida
con intencionalidad específica.
Albán Aléncar (2007), nos regala una aseveración
acorde a los propósitos que guían este ensayo. Para este autor, la oratoria es
el conjunto de principios y técnicas que permiten expresarnos, principalmente
de manera oral, con claridad, facilidad y sin temores, ante un público numeroso
y variado, con la intención de transmitir un determinado mensaje. Esto es
precisamente, lo que queremos: mejorar nuestra expresión para presentar el
informe final de nuestro trabajo de investigación y el informe final de
prácticas profesionales, requisitos indispensables para aprobar y culminar
nuestra carrera universitaria.
Es así, como trataremos de revisar,
someramente, algunos principios y técnicas que guían el desempeño del orador.
El orador, persona que transmite el mensaje, debe cultivar algunas cualidades
que le permitirán perfilar su estilo oral. Entre éstas tenemos: (a) las físicas,
que comprenden su aseo personal y vestuario; los cuales deben estar acordes al
contexto y público al que va a dirigirse; (b) las cualidades intelectuales,
referidas a la buena memoria y al dominio del tema a tratar, por lo que debe
estudiar su discurso y evitar ambigüedades; y (c) las cualidades morales, que
enfatizan la puntualidad, honradez y congruencia; todas estas cualidades deben
estar acompañadas (o más bien, blindadas) de una amplia actitud mental
positiva, que permitirá darle el sello personal a nuestro discurso; el cual debemos diseñar y ejecutar con
naturalidad, claridad, concisión, coherencia y sencillez.
Como seres hablantes, estamos
dotados de una amplia fuente de recursos expresivos que permiten comunicarnos.
Tal es el caso de la voz. El manejo
de la voz es crucial para configurar nuestro estilo oral. Es importante hablar
con claridad, adecuar el volumen o intensidad de la voz al auditorio o público
que está escuchándonos, realizar las modulaciones necesarias al momento de
hablar, cuidar la dicción o pronunciación correcta de cada una de las palabras
y prestarle atención al ritmo, a través de la utilización de las pausas
precisas y acordes al discurso.
En consecuencia, debemos evitar un
lenguaje soez y descuidado. Para ello, es importante que tomemos conciencia de
que estamos formándonos como profesionales y apuntamos hacia la excelencia. En
razón a esto, evitemos la omisión de letras: pa´lla, en lugar de para allá;
evitemos la mala pronunciación de palabras como: queríanos, amábanos,
besábanos, lo correcto es decir: queríamos, amábamos, besábamos. Luchemos,
férreamente, contra la repetición “incontrolada” de palabras o frases en el
discurso, popularmente conocida como muletillas. Es frecuente escuchar la reiteración de
términos como “entonces”, “¿no es verdad?”, “¿bueno?”, “¿sí?” “esteeeee…”,
“hum”, “hem”, “O.K.”, “o sea”, “ves”, “digamos”, “así es”, “me explico”, “indudablemente”,
“básicamente”, “me entienden” y muchos otros.
Una forma de evitar estas molestas
muletillas, que empañan nuestras exposiciones orales, consiste en: (a) intenta
reducir la velocidad del discurso y realizar pausas conscientes entre las
frases. (b) Grabar el discurso. (c) Repasar la grabación e intentar detectar
las muletillas. Una vez que las ubiquemos, debemos ser inflexibles con ellas. Al
principio, lo sentirás como algo forzado, pero con el pasar del tiempo, te
saldrá con naturalidad. (d) Esfuérzate cada vez que hables en público para
evitarlas. Debes practicar mucho, frente al espejo, con un colega, amigos o
familiares. Con la práctica, se logra la perfección. Sólo así desaparecerán.
Otra técnica interesante son los ejercicios de vocalización. En una
posición cómoda trata de relajar todo tu cuerpo, especialmente tu garganta.
Vacía tus pulmones, toma suficiente aire por tu nariz (no demasiado), y empieza
a dejar salir un flujo de aire constante mientras pronuncias los siguientes
sonidos por varios segundos: “ooo, uuu, aaa, eee, iii”. Como puedes ver, vas a
mantener un tono constante hasta que termines de pronunciar todos ellos, y de
preferencia trata de hacerlo con una sola toma de aire. Empieza con un tono
medio que sea cómodo para ti; comienza con tu tono natural de voz, y después,
prueba expresar tonos más graves y tonos más agudos.
Para mejorar tu dicción, te recomiendo el uso de los trabalenguas. Busca y apréndete de memoria al menos 5 trabalenguas
que contengan consonantes diferentes, para que puedas practicarlos en cualquier
oportunidad que tengas. Repite de cinco a diez veces al día cada trabalenguas.
Trata de aumentar poco a poco la velocidad, sin descuidar la buena
pronunciación, y de preferencia hazlo también con un lápiz debajo de tu lengua.
Otro de los recursos expresivos que
poseemos como hablantes es el lenguaje
corporal, también conocido como componente no verbal de comunicación. Con
nuestro cuerpo podemos transmitir mensajes: acompañamos las palabras, le damos
fuerza, le damos dramatismo. Para ello, podemos usar nuestras manos y brazos. Las manos las usamos para apoyar
nuestra comunicación, como expresión confirmatoria de lo que queremos decir.
También contamos con los ademanes: que son movimientos de manos y brazos para
enfatizar el valor de las palabras y las emociones. Los ademanes bien
ejecutados potencian el significado de las palabras y las intenciones.
Claro está, también estos ademanes
deben ser ejecutados tomando en consideración el discurso, sin abusar de ellos.
Incorpora movimientos con tus manos que te ayuden a enfatizar inteligentemente
las partes clave de tu mensaje. Durante nuestra disertación oral debemos evitar
cruzarnos de brazos, tocarnos la cara, no colocar las manos en la cintura ni
meterlas en los bolsillos ni frotarlas constantemente. Este tipo de gesto da la
impresión de inseguridad y nos deja mal parados frente a un auditorio o jurado.
La
cara es otro de los recursos expresivos con los que contamos y es el
principal sistema de señales para mostrar las emociones. Hay 6 emociones
principales y 3 áreas de la cara responsables de la expresión. Las emociones
son: alegría, sorpresa, tristeza, miedo, ira y asco o desprecio. Las tres
regiones faciales implicadas son: la frente/cejas, los ojos/párpados, la parte
inferior de la cara. Una conducta socialmente habilidosa requiere una expresión
facial que esté de acuerdo con el mensaje. Si una persona muestra una expresión
facial de miedo o de enfado mientras intenta iniciar una conversación con
alguien, es probable que no tenga éxito, por eso debemos cuidar este tipo de
gestos a la hora de comunicarnos.
La sonrisa es un componente importante al momento de entregar
un mensaje. Puede utilizarse como sonrisa defensiva, como gesto de
pacificación. Con una sonrisa podemos suavizar un rechazo, comunicar una
actitud amigable y animar a los demás a que nos devuelvan también una sonrisa.
Además, de mostrar agrado hacia lo que estamos haciendo y diciendo. Puedes
sonreír como muestra de satisfacción por la meta alcanzada y el hecho de
culminar con éxito tu carrera, y estar ahí contando tu experiencia con la mejor
de tus sonrisas.
El contacto
visual es crucial. Es importante que cuando estés presentando tu trabajo
pasees la vista por todo el auditorio, de forma pausada. Evita mirar a una
persona en particular. Debemos evitar las miradas cortas e inquietas. Si mirar
a los ojos nos resulta incómodo, lo mejor es mirar a la frente, ya que da la
misma impresión. Realicemos miradas de forma global. Mirar a la audiencia es
una forma de mantener la atención, la persona que percibe nuestra mirada,
experimenta la sensación de que se le habla a ella, por el contrario si un
sector no recibe nuestra mirada, tendrá la sensación de que no le tenemos en
cuenta.
Ahora bien, un aspecto que perturba a algunos
estudiantes a la hora de efectuar una disertación, es el miedo escénico, el cual se constituyen en un sentimiento de
inquietud causado por la emoción. Es una conmoción del espíritu ante un riesgo,
sea inminente o no, real o imaginario, lo que puede generar un estado caótico
en la persona. Algunos de los factores que lo estimulan son: La competencia
(medirse comparativamente con otros), la evaluación (saberse supervisado), el
conocimiento (La falta de preparación académica), la expectativa (esperar más
de uno o de los demás), la incertidumbre (dudar sobre lo que acontecerá), la
inexperiencia (carecer de práctica previa), la intensidad (circunstancias
especiales) y la novedad (enfrentar lo desconocido).
El miedo escénico puede manifestarse de diversas
formas y en intensidades diversas. Algunos de los efectos pueden ser: pérdida de la visibilidad o de la audición, aceleración
del ritmo cardíaco, respiración
acelerada, el frío o el calor invade todo el organismo, copiosa sudoración en
quien a la vez siente frío, bloqueo de la memoria, requerimiento urgente de
orinar, malestar estomacal, corte de la digestión, imperiosa necesidad de
desechar; o náuseas y deseo de devolver,
risa indetenible o lloriqueo imparable, sequedad en la boca, ganas de
esconderse tras de algo, ruborización y sobrecalentamiento del rostro, temblor
en el cuerpo, particularmente en piernas y manos, tartamudeo y atropello de la
expresión, ahogo de las palabras como si la lengua se le pegara; en fin,
malestar general.
Como puede constatarse, son muchísimos
los efectos que causan padecer de miedo escénico. En consecuencia, debemos actuar
y sobreponernos para luchar contra ese perverso, antiacadémico enemigo.
Seguidamente, apuntaré algunos consejos que pueden ayudarnos a superarlo:
1)Acepte
que el miedo existe y que usted tiene o puede tener miedo, por tanto: (a)Usted no es la única persona que siente
miedo. (b)El miedo no es vergonzoso. (c)Usted
siempre tendrá miedo al enfrentar al público. (d)El miedo, o por lo menos un
poco de él, es positivo. (e)La ausencia absoluta de miedo, puede resultar
negativa. (f)La audiencia no sabe que usted está nervioso
2)Sea
asertivo, cultive su autoestima
3)Proceda
con valor como si no tuviera miedo
4)Mire
al auditorio con confianza, no lo evada
5)Prepare
y ensaye su discurso
6)Hable.
Hable. Hable
7)Desconfíe
de los estimulantes
8)Descanse
9)Sepa
que el público desea oírlo
10)Relájese.
La relajación puede ser hecha, y conviene que así sea,
en dos tiempos distintos: La relajación
remota. Es la que se hace días previos al discurso, y en algunos casos el
mismo día, pero, antes de estar ya en el escenario. Es así como podemos hacer:
ejercicios físicos, ejercicios de relajación y ejercicios de respiración. Por su parte, la relajación inmediata es la que hacemos pocos minutos o segundos
antes de comenzar a hablar. Comprende: Ejercicios de eliminación de la tensión
del rostro, como por ejemplo: comprima el rostro, frunza el ceño, comprima los
músculos de la frente, cierre los ojos con fuerza y comprima los labios y todo
el rostro. Ahora, relaje el rostro plácidamente, lentamente, lo más lento que
pueda, y dibuje una sonrisa en su cara. Repita el ejercicio. Estire la boca,
tanto como le sea posible, abra la boca y los ojos, estire la mandíbula. Ahora,
lentamente, lo más lento que pueda, relaje el rostro y dibuje una sonrisa.
Repítalo.
Igualmente, contamos con los ejercicios de
respiración, los cuales podemos practicar teniendo en cuenta:
Paso
1. Asume una postura erguida pero natural.
Paso
2. Exhala por completo el aire que hay en tus pulmones a través de tu boca y
nariz hasta que sientas tu abdomen comprimido.
Paso
3. Inhala de manera natural permitiendo que el aire entre y llegue hasta tu
estómago, cuidando de no levantar tus hombros.
Paso
4. Una vez que tengas tus pulmones llenos y sientas tu abdomen levantado,
exhala iniciando de nuevo el proceso. Repite 3 veces
Para la relajación muscular puedes hacer de 3 a 5
movimientos circulares suaves con tu cabeza y tu cuello para relajarlos. Repite
estos movimientos circulares suaves con tus hombros, rotándolos de atrás hacia
adelante y de adelante hacia atrás. Agita tus manos de 3 a 5 veces como si
estuvieras sacudiendo agua ligeramente. Si tú sientes tu quijada tensa, relájala abriéndola y cerrándola de manera
suave.
Otra técnica
importante, consiste en visualizar en tu mente un resultado positivo de lo que
estás a punto de enfrentar. Debes
sentirte convencido de que lo que compartirás,
va a ser percibido como algo de valor por parte de tu público. Que te veas a ti
mismo en el escenario, tranquilo y hablando con mucha fluidez y confianza. Finalmente,
imagina a tu público aplaudiendo y mostrándote su aprobación al término de tu
presentación. Espero que estas sencillas técnicas, te ayuden a controlar el
miedo escénico y puedas disertar, con éxito, tu trabajo de grado y el informe
final de tus pasantías. No obstante, recuerda siempre: La constancia es la
clave del éxito. Por eso, te pregunto: ¿Tú crees que un atleta está listo para competir y ganar con sólo
haber trotado un día antes de la competencia?