El 21 de febrero de cada año, se celebra el Día Internacional de la Lengua Materna. Esta celebración data desde el 17 de noviembre de 1999, cuando la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), lo proclama como el Día Internacional de la Lengua Materna y exhorta a los Estados Miembros y a la Secretaría a promover la preservación y protección de todos los idiomas que emplean los pueblos del mundo.
Se eligió este día, con la finalidad de reconocer al Movimiento por la Lengua Bengalí, que conmemora, en Bangladés, el Día del Movimiento por la Lengua desde 1952, cuando la policía y el ejército del Estado pakistaní, que entonces ocupaba Bangladés, abrieron fuego contra la multitud hablante u oyente de la lengua bengalí que se manifestaban por sus derechos lingüísticos en Dhaka (Bangladés). Este acto de intolerancia hacia una lengua diferente fue tomado como punto de partida para un homenaje que busca promover la diversidad lingüística y cultural.
La preservación de la diversidad lingüística y cultural es esencial para garantizar que todas las poblaciones logren un acceso real a una educación con equidad. Por eso, del mismo modo en que se trabaja para eliminar las diferencias de género, distintos organismos internacionales encabezados por la Unesco, buscan con este día, concienciar a la población sobre la eliminación de las diferencias lingüísticas que solo generan límites para las poblaciones minoritarias.
La celebración del Día Internacional de la lengua materna se ha dado a través de discursos e intercambio de ideas dirigido por académicos, lingüistas, funcionarios gubernamentales, sociedades culturales y otros representantes de los Estados miembros sobre aspectos de la cultura, la educación y los idiomas. En esta oportunidad, para celebrar los 19 años de esta proclamación, la UNESCO ha escogido como tema el de Preservar la diversidad lingüística y promover el plurilingüismo para apoyar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, contenidos en la Agenda 2030. El Objetivo número 4 de esa Agenda se centra en lograr una educación de calidad y un aprendizaje universal permanente con el fin de que todos puedan adquirir las aptitudes, los conocimientos y los valores éticos necesarios para participar plenamente en la comunidad. Esto es algo especialmente importante para las comunidades minoritarias y los pueblos indígenas, por lo que ha quedado reflejado en el Marco de Acción para la Educación 2030 de la UNESCO, en el que se fomenta el pleno respeto hacia el uso de la lengua materna en la enseñanza y el aprendizaje, promoviendo y preservando la diversidad lingüística.
Con relación al multilingüismo, se habla de la existencia de unas 6000 lenguas en el mundo. En América Latina, en mayor o menor grado de contacto con el español y portugués, se han identificado alrededor de 500 lenguas. Ahora bien, esta diversidad de lenguas en América Latina se ordena socialmente según un patrón diglósico, instaurado desde el período histórico colonial: las lenguas europeas se erigen en las lenguas del poder y de la esfera oficial y pública, en tanto que las lenguas indígenas quedan relegadas al ámbito privado y las expresiones folclóricas. En el conflicto de las lenguas suele imperar la ley del más fuerte y, en consecuencia, en la convivencia social no están ausentes la desigualdad, la imposición y la exclusión. Por lo que, es necesario pensar en acciones lingüísticas que moderen la convivencia y garanticen la igualdad.
Venezuela es un país con una población que mayoritariamente tiene el Castellano como lengua materna y con carácter constitucional de lengua oficial, compartiendo ese rol con idiomas indígenas, ancestrales y patrimoniales (artículo 9, CRBV, 1999). Es decir, pasó de ser una lengua impuesta y dominadora, a ser una que, en democrática igualdad, transita con sus iguales en un país lingüística y culturalmente variado. Mandato de ley que nos obliga también a ser coherentes con ese precepto en el desarrollo de políticas educativas (Serrón, 2001).
Muchas de las lenguas indígenas de Venezuela se encuentran amenazadas o en peligro de extinción. Los idiomas indígenas son un conjunto muy heterogéneo. Es así como encontramos autores que hablan de 32 o 33 pueblos indígenas, otros de 24, las clasificaciones y asignaciones varían también. En todas las hipótesis se agrupan en 6 familias y un séptimo grupo, todavía sin asignar: Arawako (aproximadamente 300.000): En el Zulia (occidente) Añú y Wayuu (también en Mérida y Trujillo), en Amazonas (oriente) Baniva, Baré, Kurripako, Lokono, Piapoko (también en Bolívar) y Warekena; Caribe (aproximadamente 70.000): En Oriente: Akawayo (Bolívar), Chaima (Monagas y Sucre); Cumanagoto (Anzoátegui, Monagas y Sucre), Eñepá (Amazonas y Bolívar); Kariña (Anzoátegui y Bolívar); Pemón (Bolívar), Wanai (Bolívar), Yavarana (Amazonas), Yekuana (Amazonas y Bolívar) y en el Occidente Yukpa (Zulia); Chibcha (poco más de 1.500) Barí (Zulia); Saliva (15.000): en Oriente: Maku (Amazonas), Sáliva (Amazonas) y Wótuja (Amazonas y Bolívar); Tupi (poco más de 700): Yeral (Amazonas); Yanomama (casi 10.000): Sanemá (Amazonas y Bolívar) Yanomami (Amazonas); Sin clasificar o en proceso de estudio: Jodi (500-Amazonas y Bolívar); Puinave (700-Amazonas y Bolívar), Pumé (4000-Apure), Sapé (25-Bolívar), Uruak (40-Bolívar) y Warao (30000-Delta Amacuro, Monagas y Sucre). Sus lenguas y culturas cuentan en el marco constitucional, con un reconocimiento total; sin embargo, todavía se puede observar desprecio a la lengua y baja consideración de la cultura autóctona de nuestros aborígenes.
En lo que respecta a la comunidad sorda usuaria de la Lengua de Señas Venezolana (LSV), puede decirse que cuenta con unos 40.000 hablantes, lo que la ubica en la tercera comunidad lingüística del país, luego de la castellana y la wayú. En el artículo 81 de la CRBV, se hace mención de que las personas sordas pueden comunicarse a través de LSV, mientras que el 101 establece que ese grupo de personas tiene el derecho de ser informado, en su lengua, a través de la televisión pública y privada. El estatus de la LSV permanece, sin embargo, en una posición jurídica inferior a la de las lenguas reconocidas oficialmente por la constitución.
En su artículo 9, el máximo texto jurídico venezolano concede estatus de "lenguas oficiales" al castellano (en toda la república) y a las lenguas indígenas (en sus territorios ancestrales). A la LSV no se le otorga tal reconocimiento. En su redacción actual, sólo se concede el derecho a su uso. Frente a la lenguas indígenas que podrían ser caracterizadas como regionales, oficiales, no estandarizadas plenamente, la LSV se caracteriza por ser una lengua plenamente no estandarizada, no nacional (aunque tampoco es regional), no oficial, minoritaria y discriminada. Las implicaciones sociales y educativas dirigidas a esta comunidad también son evidentes.
Por otro lado, hay que destacar la existencia de otras lenguas en Venezuela. El alemanisch de la Colonia Tovar, hablado por la población descendiente de antiguos inmigrantes de la Selva Negra alemana y que tiene un interés histórico, turístico y, por ende, económico. El patois de Güiria y el loango de Barlovento, parecen estar en proceso de extinción, sin embargo, han servido para caracterizar zonas y han tenido marcada influencia en las mismas.
Desde el punto de vista lingüístico y teórico, hay una problemática que no ha merecido hasta ahora, mayor atención. Es la referida a las lenguas que Biord ha denominada "coterritoriales", definidas como las usadas en territorios fronterizos que, como ocurre con toda la franja limítrofe nacional, son de población no asentada, no permanente, en este caso, el inglés y del portugués. El inglés en la zona de influencia de Trinidad y de Guyana con enclaves de interesante sobrevivencia, como en El Callao. El portugués, por su parte, se ubica en la extensa y fluctuante frontera con Brasil, centrado, hasta ahora, en economías extractivas y delincuenciales. Son casos importantes a considerar en el desarrollo de una planificación lingüística orientada a la solución de problemas y, en el caso del portugués, puede constituir un tema de interés en una agenda que intente modificar las relaciones entre dos países que han estado de espaldas, en este particular, el aporte venezolano a la difusión con fines integrativos del español venezolano en Brasil, cuenta con el antecedente y el aval, de más de 30 años de experiencia en el Caribe No Hispánico.
Al respecto, puede afirmarse que una educación bilingüe debe buscar que los individuos hagan bilingüe al colectivo a partir de su propio bilingüísmo en dos lenguas maternas diferentes. En otras palabras, para que la intención constituyente se plasme en una realidad democrática, ese bilingüísmo colectivo y social debería idealmente conformarse sobre la base de individuos cuya lengua materna sea la indígena (o la lengua de señas venezolana) y la segunda, aunque con distintas características para cada grupo, el castellano (hablado y escrito para unos, exclusivamente escrito para los otros) y el caso inverso, es decir aquellos que en la misma región o en el contexto de deficiencias auditivas (por ejemplo familiares, amigos, docentes) tienen como lengua materna el castellano, deberían adquirir la indígena o la lengua de señas venezolana, o sensibilizarse para su uso. Es decir que el objetivo educativo intercultural bilingüe debería plantearse el desarrollo de la competencia comunicativa en ambas lenguas (Serrón, 2001) y en todo el conjunto.
De igual manera, no puede ignorarse que en Venezuela existe un crisol de otras lenguas derivadas de procesos migratorios individuales o colectivos. Las más importantes, por supuesto, corresponden a migraciones reforzadas en la post segunda guerra, en especial, italianos, portugueses y gallegos, que actualmente se complementan con árabes de diversos orígenes y variedades, chinos no homogéneos lingüísticamente, coreanos, anglohablantes y otras lenguas europeas y criollos caribeños (haitianos, trinitarios), entre otras. Se podría hablar aquí de presencia de diversos sectores sociales y económicos, de migraciones puntuales o permanentes, de objetivos y motivaciones muy diversas, unidas, solamente, por la ausencia absoluta de políticas nacionales o regionales para su atención o consideración.
En este sentido, se observa que la situación lingüística venezolana es muy compleja y variada, por ello, su estudio, debe hacerse en diversos planos: social, económico, educativo, cultural y político. En consecuencia, el sentido primordial de una política lingüística es hacer que los hablantes lleguen a desarrollarse como seres humanos que hablan, capaces de leer el mundo y de crear sentido y belleza. Hacer que cada hablante habite plenamente su lenguaje y emprenda la aventura de encontrarse con el otro, con el mundo y consigo mismo, constituye un derecho fundamental que toda política lingüística debe garantizar. Tal política no acarrea el empobrecimiento idiomático de los ciudadanos, sino, por el contrario, el florecimiento del lenguaje en toda su riqueza y variedad. Este panorama de entramado lingüístico en Venezuela, nos invita a celebrar el día internacional de nuestro idioma nativo.