En diversas ocasiones, me he
preguntado: ¿Cómo deberíamos decir: manito o manita? Revisando las fuentes
bibliográficas, tenemos que: mano es uno de los pocos sustantivos femeninos
terminados en “o” que tenemos en español. En latín se decía manus. Formaba
parte de un exiguo grupo de femeninos de la cuarta declinación. Eso de que un
nombre femenino terminara en “us” ya era una rareza en latín. Esa era la
terminación típica del masculino (de ahí vienen nuestros masculinos terminados
en “o”). Los femeninos en “us” no salieron muy bien parados en el paso al
castellano. Casi todos desaparecieron. Los que sobrevivieron tuvieron que
adaptarse a los nuevos tiempos.
En lo que respecta al diminutivo, son
válidas las formas manito y manita. Lo habitual en la formación de los diminutivos
de nombres que terminan en “a” o en “o” es que el sufijo conserve la misma
vocal final del sustantivo, independientemente de cuál sea el género gramatical
de este: la casa > la casita, el mapa > el mapita, el cuadro > el
cuadrito. En el caso de mano, excepcionalmente, se han generado ambas formas;
así, manito, que mantiene la “o” final del sustantivo, es la forma habitual en
la mayor parte de América; y manita, que se ha generado atendiendo al género
gramatical del sustantivo mano, y no a su vocal final, es la forma que se usa
habitualmente en España y en México. Menos frecuente es el diminutivo manecita,
también correcto.
Acerca de este tema Rosenblat (2004)
comenta que en materia de lenguaje toda generalización es aventurera. La manito
no se da en toda Venezuela. En los Andes, la gente dice la manita, pero el
resto del país usa la manito sin distinción de clases sociales.
La mano y el día son, en rigor, las
dos voces que, desde el latín hasta hoy, han mantenido su género a pesar de la
terminación de la palabra. Son pues, dos casos anómalos en el sistema de la
lengua ¿Cuál es el diminutivo de día? Es el diíta, manteniendo la “a” final.
Asi también poemita (de poema). Igualmente sucede en los nombres femeninos de
persona acabados en o: Rosarito, Amparito, Milagritos. Es el mantenimiento de
la anomalía en la derivación.
En cambio los diminutivos castellanos
manita, manilla, manecita, manija, representan una ruptura de la anomalía de
mano, una regularización: la manita es ya un femenino acabado en “a” en
contraste con mano. Frente a ello, el uso americano de manito responde más
consecuentemente al sistema de derivación de nuestra lengua.
Como se ha constatado, España ha hecho manita
aplicando el sistema general de que los sustantivos femeninos terminan en a. En
cambio la mayor parte de América ha hecho manito manteniendo la irregularidad
de mano. Han actuado dos fuerzas distintas, el sistema general de la analogía y
el sistema particular de la anomalía. Dos fuerzas que permanentemente han
estado en acción en toda la vida de la lengua, y en la vida de todas las
lenguas. En la Roma antigua, los romanos peleaban por los principios
contrapuestos de la analogía y la anomalía. Los analogistas habrían defendido
la manita, mientras que los anomalistas defenderían la manito. Nosotros, en
cambio, vemos en la lengua el juego armónico de estas dos fuerzas.