lunes, 14 de octubre de 2019

Diminutivo de la palabra mano

   En diversas ocasiones, me he preguntado: ¿Cómo deberíamos decir: manito o manita? Revisando las fuentes bibliográficas, tenemos que: mano es uno de los pocos sustantivos femeninos terminados en “o” que tenemos en español. En latín se decía manus. Formaba parte de un exiguo grupo de femeninos de la cuarta declinación. Eso de que un nombre femenino terminara en “us” ya era una rareza en latín. Esa era la terminación típica del masculino (de ahí vienen nuestros masculinos terminados en “o”). Los femeninos en “us” no salieron muy bien parados en el paso al castellano. Casi todos desaparecieron. Los que sobrevivieron tuvieron que adaptarse a los nuevos tiempos.
   En lo que respecta al diminutivo, son válidas las formas manito y manita. Lo habitual en la formación de los diminutivos de nombres que terminan en “a” o en “o” es que el sufijo conserve la misma vocal final del sustantivo, independientemente de cuál sea el género gramatical de este: la casa > la casita, el mapa > el mapita, el cuadro > el cuadrito. En el caso de mano, excepcionalmente, se han generado ambas formas; así, manito, que mantiene la “o” final del sustantivo, es la forma habitual en la mayor parte de América; y manita, que se ha generado atendiendo al género gramatical del sustantivo mano, y no a su vocal final, es la forma que se usa habitualmente en España y en México. Menos frecuente es el diminutivo manecita, también correcto.
   Acerca de este tema Rosenblat (2004) comenta que en materia de lenguaje toda generalización es aventurera. La manito no se da en toda Venezuela. En los Andes, la gente dice la manita, pero el resto del país usa la manito sin distinción de clases sociales.
   La mano y el día son, en rigor, las dos voces que, desde el latín hasta hoy, han mantenido su género a pesar de la terminación de la palabra. Son pues, dos casos anómalos en el sistema de la lengua ¿Cuál es el diminutivo de día? Es el diíta, manteniendo la “a” final. Asi también poemita (de poema). Igualmente sucede en los nombres femeninos de persona acabados en o: Rosarito, Amparito, Milagritos. Es el mantenimiento de la anomalía en la derivación.
   En cambio los diminutivos castellanos manita, manilla, manecita, manija, representan una ruptura de la anomalía de mano, una regularización: la manita es ya un femenino acabado en “a” en contraste con mano. Frente a ello, el uso americano de manito responde más consecuentemente al sistema de derivación de nuestra lengua.
   Como se ha constatado, España ha hecho manita aplicando el sistema general de que los sustantivos femeninos terminan en a. En cambio la mayor parte de América ha hecho manito manteniendo la irregularidad de mano. Han actuado dos fuerzas distintas, el sistema general de la analogía y el sistema particular de la anomalía. Dos fuerzas que permanentemente han estado en acción en toda la vida de la lengua, y en la vida de todas las lenguas. En la Roma antigua, los romanos peleaban por los principios contrapuestos de la analogía y la anomalía. Los analogistas habrían defendido la manita, mientras que los anomalistas defenderían la manito. Nosotros, en cambio, vemos en la lengua el juego armónico de estas dos fuerzas.