Tulio Antonio Febres-Cordero Troconis nace en Mérida el 31 de mayo de 1860 y muere el 3 de junio de 1938 en su ciudad natal. Fue un notable humanista venezolano, escritor, historiador, profesor universitario, periodista y cronista no sólo de la ciudad de Mérida, sino de todo el estado. Dedicó numerosos estudios a la cultura de Los Andes venezolanos para comprender su historia cultural, costumbres, tradiciones, creencias, modos de vida. En un lenguaje sencillo, describió las tradiciones, mitos y leyendas para comprender la idiosincrasia de los pueblos y en especial de la región andina. A él debemos la hermosa Leyenda de las Cinco Águilas Blancas.
Su obra es polifacética, dedicada a historia, literatura, antropología, derecho, educación, entre otras ramas del saber; y se expresa tanto en crónica, ensayo, cuento, novela y poesía. Su gran proyecto fue el periódico merideño “El Lápiz” que dirigió desde su creación en 1885 hasta 1896, el cual le permitió perfeccionar la foliografía e inventar la imagotipia; técnica por la que le otorgan el premio Pluma de Oro en la Exposición Ibero-Americana de Sevilla, en 1926. Además de “El Lápiz”, dirigió los periódicos regionales “El interés de las familias”, “El Comercio”, “El Registro de Anuncios”, “El Centavo” y “El Billete”. También, fue un notable miembro de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia Venezolana de la Lengua, así como de la Academia Latina de las Ciencias, las Artes y las Bellas Letras con sede en París.
Otra de sus grandes creaciones titulada “Don Quijote en América o sea la cuarta salida del ingenioso hidalgo de la Mancha” (Mérida, 1905), representa a un caballero que intenta restaurar el mundo, sacarlo de sus vicios y resabios; por lo que emprende así una nueva aventura, una cuarta salida a tierras americanas. Así como Cervantes realiza una inflexión sobre su obra misma y con ella agudiza su conciencia sobre la escritura, Don Quijote en América coloca su punto de reflexión en la realidad americana, es decir, en las consideradas por algunos ensayos positivistas como repúblicas enfermas, que se quejan de sus males y atrasos, de las llamadas enfermedades republicanas. Esta obra recibió muchas críticas, pero, por otro lado, grandes elogios. Don Tulio tuvo claro su objetivo cuando señaló que el héroe de los molinos de viento está vivo y muy vivo, apostado en cada encrucijada del mundo; y no se le ofende ni profana sino más bien se le rinde homenaje. Un homenaje que rinde Don Tulio a Cervantes con ocasión de los trescientos años de la aparición de su majestuosa obra Don Quijote de la Mancha.
Fueron muchos los críticos que consideraban que el mensaje de Febres Cordero era un mensaje de bien, virtuoso, intencionalmente constructivo ante aquella hora menguada del carácter nacional y americano. La obra se oponía críticamente a la exaltación de lo exótico, a la adulteración de nuestras costumbres en todos sus órdenes y manifestaciones. Y con ella, Febres Cordero honra a ese otro Quijote de la madre patria con un acto sincero de voluntad americana.
Don Quijote en América es una obra plena de sentido patriótico, expresión de tantos males que nos afligían, razón por la cual llega el Ingenioso Hidalgo a levantar un programa de justicia y de humanidad, viene a “desfacer entuertos”, es decir, regresar a un mundo en el que reine la justicia, tanto para unos como para otros. Ese ingenioso caballero, héroe de la justicia, que viene a “desfacer entuertos”, es el que cada día tiene, en algún rincón de este mundo, a una Dulcinea esperándolo y un Sancho que anhela acompañarlo… Porque, al final de la historia, el Caballero de la triste figura sigue montando a Rocinante y lo hará durante muchos siglos. Con el pobre jumento irá siempre el quijotismo, es decir, el altruismo, la generosidad, la filantropía, el amor y la utopía, y con todos ellos, los sueños y las ilusiones, el desinterés y la ingenuidad, retratando la contradictoria y fascinante realidad humana que aguarda esperanzada que reine la justicia.