El
ser humano es un ser social por naturaleza. Desde que nace necesita
interrelacionarse, vivir en sociedad, coexistir con la familia, como primer
escenario social que brinda los cuidados en nuestros primeros años de vida,
además de un hogar y abrigo, entre otras cosas básicas. Es también donde se
inicia la formación, lo que requiere del uso de la comunicación primaria, que
posteriormente, producto de un proceso evolutivo, dará origen a las primeras palabras.
La
utilización de las palabras, entonces, nos ayuda a poder comunicarnos de la
mejor manera posible con otros individuos así como también recibir mensajes
dirigidos a una cantidad inespecífica de receptores; por ejemplo: los medios gráficos;
al leer una revista, un periódico o un libro o cuando nos comunicamos a través
de gestos. En este sentido, el lenguaje humano es mucho más complejo y amplio.
Sobre estas particularidades del lenguaje, Leech (1985) sostiene que:
Lenguaje
es mucho más que un instrumento de comunicación: “es el medio por el que
interpretamos nuestro entorno, por el que clasificamos o «conceptualizamos»
nuestras experiencias y por el que podemos estructurar la realidad con el fin
de utilizar lo que ya hemos observado para el aprendizaje y el conocimiento
presente y futuro” (p. 46).
Al
respecto, hay que considerar que la lengua no sólo pone de manifiesto la forma
de vida de los que la hablan, sino que expresa también otros niveles de la vida
de los hablantes, más profundos, y que se relacionan con lo que denominamos
cosmovisiones, o formas de entender,
comprender y explicar el mundo en el que vivimos; y esto es peculiar de cada
sociedad, de cada cultura.
La
palabra, en tanto patrimonio de todos, no pertenece a nadie, aunque según el
ensayista francés Montaigne “Es mitad de quien la pronuncia y mitad de quien la
escucha”. Las palabras que pronunciamos o escribimos nos delatan, es decir; a
través de las palabras que pronunciamos mostramos una mayor carga informativa
que simplemente el mensaje literal que emitimos. El filósofo Séneca decía: “Háblame
para que yo te conozca”; una frase célebre que encierra la idea de considerar
al lenguaje un medio de comunicación que entreteje una variada y amplia gama de
información del hablante.
Siendo
así, la lengua no solo contribuye con la emisión de mensajes entre personas,
sino que expresa a su vez esa forma de vida, tanto en los términos de quien la
usa, como en expresiones o formas de estructurar determinadas experiencias. A
través del lenguaje construimos nuestros modelos mentales de cómo funciona el
mundo, de cómo lo entendemos, de cómo lo interpretamos y de cómo respondemos
ante las cosas. Las palabras mandan información al cerebro, esta información
provoca en nosotros emociones y pensamientos que traducimos a la manera de
comportarnos con nosotros mismos y con los demás. La influencia de las palabras
en nuestra vida diaria es enorme debido a su fuerza y poder: una palabra al ser
expresada actúa como una pequeña semilla que genera vida, convirtiéndose en
energía pura que atraerá una acción o suceso.
Esto
equivaldría a decir que nosotros podemos atraer el futuro de cosas buenas o
malas que pueden sucedernos a través de nuestras palabras y pensamientos. Nuestros
pensamientos y nuestras palabras determinan nuestra actitud y acciones, y por
lo tanto, nuestras experiencias. Del mismo
modo, al hablar podemos construir o destruir, propiciar o anular los sueños de
alguna persona (muchas veces sin querer o sin darnos cuenta). Es por ello, que
debemos pensar antes de hablar, porque nuestras palabras deben siempre
edificar, estimular, apoyar, dar consuelo y esperanza, o expresar concordia.
En
reciprocidad con estas ideas, la
Fundación española César Egido Serrano (FeCES), ante el edificio de la ONU en
Nueva York, proclamó en un manifiesto, a aceptar el 23 de noviembre como Día
Internacional de la Palabra como Vínculo de la Humanidad, coincidiendo con la
fecha en la que se inauguró el Museo de la Palabra (Toledo-España), apoyada por
numerosos países e Instituciones. A esta idea se pueden adherir asociaciones,
instituciones y personas en particular que consideren la palabra como
herramienta fundamental para erradicar la violencia y como vínculo de la
humanidad. Este manifiesto invita a convertir la palabra en
un medio de comunicación sin estridencias ni agravios. Es una interesante
iniciativa que redunda en favor de la ciudadanía, para unir voluntades y
contribuir a que se respeten los derechos fundamentales de las personas.
Es
importante tomar en cuenta estas propuestas, las cuales son evidencias de que el
lenguaje contiene implícito algo más completo, no es sólo signos lingüísticos;
es un modo de entender, explicar y conocer lo que nos rodea; es decir, es una
forma de entender lo que hay a nuestro alrededor, sean cuestiones trascendentales
o la cotidianidad que nos envuelve, y que a su vez nos diferencia y también a
veces nos separa de los que hablan otras lenguas. Por tanto, cuando se aprende
o se enseña una lengua no sólo se transmiten signos con los que se identifican
las cosas, sino formas de pensar, valores y creencias.
Es
por estas razones que debemos hablar expresando y promoviendo situaciones
positivas, porque las palabras tienen un poder muy significativo de influencia
y unidas con nuestros pensamientos, son los que crean nuestras circunstancias,
y ellas son las que definen nuestra vida;
además, como docentes, proyectamos esas energías a nuestros estudiantes ¿Alguna
vez les ha pasado estar en medio de una conversación con un amigo(a), familiar,
compañero(a) de trabajo y una palabra mal expresada origina una discusión? Esto nos lleva a pensar en el poder que
tienen las palabras, cuando estas pueden construir o destruir. Si decimos las
palabras adecuadas en el momento oportuno, podemos levantar el ánimo si estamos
decaídos, solucionar un conflicto,
mostrar apoyo a los demás, etc. En definitiva, sembremos con palabras lo que
con fuerza deseamos proyectar y cosechar, esa es la clave del éxito
comunicativo.
Referencias
Fundación
César Egido
Serrano (FeCES). (s/f). La palabra como
vínculo de humanidad. [Documento en Línea]. Disponible en: https://www.fundacioncesaregidoserrano.com/es/newsletters/listid-2/mailid-85-museo-de-la-palabra
Leech,
G. (1985). Semántica. Madrid: Alianza Universidad.