A la hora de escribir debemos tener presente que la escritura es un arte y como tal debe fomentarse, por lo que se requiere constancia y dedicación para su perfeccionamiento. Es preciso destacar que el mensaje que se va transmitir es sumamente importante, pero la manera como lo haremos, también lo es. En tal sentido, seguidamente encontrarás algunas recomendaciones que debemos seguir para guiar nuestra redacción, imprimiéndole las cualidades apropiadas, según el tipo de texto, su finalidad y tomando en cuenta a quién estará dirigido. Entre las cualidades, pueden mencionarse:
La precisión; se refiere al uso de términos correspondientes del modo más exacto, al significado que se desea expresar. Con ella se puede mejorar el escrito y hacerlo comprensible al público. Si al leer en voz alta lo que escribiste ni tú mismo lo entiendes, imagínate una persona que te lee por primera vez. Entre más simples las oraciones, será mejor para su comprensión.
La sencillez; la cual imprime a la redacción un tono de veracidad expresiva que la hace efectiva y atractiva. Las expresiones ceremoniosas, abultadas, debemos procurar no usarlas; pues la redacción moderna se distingue por su simplicidad y cortesía. Si no estás escribiendo un blog científico, evita el uso de las palabras impronunciables o demasiado largas. Igualmente, no uses palabras que solo sirven para adornar, entorpeciendo la lectura rápida, y que no cumplen ninguna función útil dentro de las oraciones. No quiere decir esto que el escritor deba reprimir la experimentación con el lenguaje o rebajar el nivel de su vocabulario. Más bien me refiero a equilibrio, de pensar ante todo en ese lector al que se pretende llegar y en lo que demanda nuestro escrito.
La adecuación, que consiste en escribir mensajes que puedan ser entendidos por el receptor. Algunas veces las personas escriben para sí mismas y es completamente válido. Solo que, si deseas ser mejor comprendido debes escribir de manera que tus lectores se sientan identificados. La adecuación consiste en la adaptación de las palabras a la situación comunicativa en que se encuentra. Por ello, para que un texto sea adecuado: (a) Se adapta al tema que se pretende explicar; (b) A la persona que lo emite y a la persona que lo recibe; (c) Se debe tener en cuenta la situación o el lugar en que se emite (por ejemplo, no es igual enviarle un mensaje al director de la escuela que enviarle un mensaje a nuestro esposo).
La claridad es fundamental en cualquier escrito, en consecuencia no se deben emplear términos ni vocablos confusos, de manera que lo expresado no dé lugar a dudas, a segundas interpretaciones ni a las ambigüedades.
La concisión que consiste en enfocar directamente el asunto. La concisión se obtiene al expresar el mayor número de ideas con la cantidad adecuada de palabras. No se trata del lenguaje lacónico pues el laconismo oscurece el sentido por la reducción extrema del número de palabras, atenta contra la claridad, la precisión y la concisión. Se corresponde con la brevedad.
La originalidad. Expresar las ideas y comunicar los sentimientos con acento o características propias. Es el sello que revela la personalidad del autor.
La armonía. Radica en el arte de combinar palabras y frases de modo agradable para el oído.
La coherencia, que es la propiedad por la cual los enunciados que forman un texto transmiten un sentido único y completo, es decir, se refieren a un mismo tema. Un texto coherente es aquel cuyos significados se sostienen a lo largo de su lectura, es decir, que posee los elementos necesarios para transmitir a cabalidad el mensaje. Así, existen:
Coherencia global, la que atañe a todo el texto, y que depende de la existencia de un tema central en torno al cual giran las ideas principales y secundarias.
Coherencia local, que tiene que ver con el orden en el que se expresan las ideas, para generar cierto hilo conductor. Todo texto posee un orden propio del cual depende su lectura, y la coherencia local tiene que ver con la secuencia en la que se abordan sus ideas principales y secundarias.
Por su parte, la cohesión es la vinculación que existe entre los elementos de un texto, es decir, la medida en que su secuencia estructurada de palabras fluye, permitiendo que una palabra conduzca a la siguiente sin tropiezos, de manera organizada. Para ello, se debe tener presente:
La concordancia gramatical, que es el grado de adecuación que ciertas palabras demuestran respecto de otras, para que el sentido entre ellas quede totalmente claro. Por ejemplo, al conjugar un verbo, debemos hacerlo en concordancia con el sujeto de la oración, sobre todo si dicha oración forma parte de un párrafo en el cual cohabita con otras oraciones e ideas.
El uso de conectores discursivos, que sirven de puente entre una oración y otra, o entre un párrafo y otro, estableciendo una relación específica entre las partes conectadas. Términos y frases como “sin embargo”, “por el contrario”, “además”, etc., sirven como conectores discursivos para dejar en claro el hilo conductor entre un párrafo (o una oración) y lo siguiente.
El uso de sinónimos e hiperónimos, que permiten escaparle a la repetición de las palabras o de frases. Los sinónimos son palabras que tienen un significado muy cercano y por lo tanto pueden ser sustituibles una por otra hasta cierto punto, como es “casa”, “hogar”, “lar” y “residencia”. Por otro lado, los hiperónimos son palabras cuyo significado es una categoría en la que se engloban otras palabras más específicas, como ocurre con “perro” que es hiperónimo de “caniche”, “salchicha”, “pitbull”, etc. O flor que es hiperónimo de rosa, tulipán, cayena que son hipónimos o términos más específicos.
El uso de la elipsis y de pronombres, que permiten o bien omitir partes de la oración para no tener que reiterarlas, o bien emplear ciertas palabras que sustituyen a referentes enteros. En el primer caso, se suprimen elementos considerados obvios, innecesarios o tácitos, como ocurre a menudo con el “Yo” en las oraciones en castellano: “Tengo hambre” no requiere de la aparición del sujeto pues la conjugación verbal lo deja en claro. Por otro lado, podemos usar pronombres como “ello”, “eso” o “esto” para referirnos no sólo a referentes concretos, sino incluso a partes enteras del párrafo o del texto.
El Interés, que viene a constituir el vehículo que utiliza el redactor para conducir al lector hasta el final del escrito, sin que pierda la atención en el contenido de cada párrafo. Y ese interés o motivación se logra con un texto coherente, claro y preciso.
Si no queda claro lo que se redacta, habrá un problema de comunicación con la audiencia. La particularidad que presentan los textos escritos es que solo tenemos una oportunidad para que nos comprendan. Al no ser lo suficientemente claros, no podemos hablar con los lectores o llamarlos por teléfono para aclarar las confusiones, dudas o ambigüedades, porque la escritura tiene esa característica de ser producida con un destinatario ausente.
La escritura radica su importancia en la transmisión y la conservación de mensajes gracias a su sistema de representación gráfica. Por lo tanto, las cualidades y aspectos que he comentado, debemos ponerlos en práctica para la redacción de nuestros escritos, con el propósito de garantizar la comprensión de las ideas que deseamos transmitir.
Una buena redacción facilita la comunicación entre las personas. Nuestros escritos serán óptimos en la medida que las ideas se entiendan rápido y posean una lectura ágil, ligera, fluida, que mantenga la atención del lector. Estas cualidades pueden lograrse tomando en cuenta los siguientes consejos:
Lee. Para escribir buenos textos necesitamos previamente conocer los ejemplos de los distintos géneros en los que puede encuadrar nuestra escritura, para seguir las particularidades de cada uno; además de que ayudará a ampliar nuestro vocabulario. Esto lo logramos a través de la lectura. Un buen ejercicio antes de comenzar a escribir es haber leído lo suficiente acerca del tema.
Organiza las ideas. Primero debemos tener clara la idea que queremos transmitir para después centrarnos en los detalles. Una de las claves del periodismo y que podemos aplicar en nuestro proceso de escritura es usar las “6 W” (por las iniciales de las palabras en inglés), que en español son qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué. Estas preguntas podemos traspolarlas a nuestro proceso de escritura y considerarlas para que el mensaje que queremos plasmar sea completo.
Usa palabras simples. Escribir con palabras rebuscadas no le aporta calidad a los textos; y al contrario, puede ser que los complique. Cuando se escribe debemos buscar ser entendido por todos, desde el presidente de un país hasta los hombres menos ilustrados. Lograr eso es mucho más efectivo que adornar el texto con palabras pomposas que no aportan ningún significado. Sin embargo, es importante tener en cuenta que no se escribe de la misma manera en la que hablamos y que estos dos tipos de comunicación son distintos, por lo que conllevan normas también distintas. En cuanto a las palabras también debemos evitar repetirlas de forma excesiva: para esto podemos apoyarnos en un diccionario.
Separa los párrafos. En cuanto a la estructura del texto escrito, es importante considerar dos cuestiones: la primera es separar las ideas en párrafos, ya que escribir todo “corrido” lo hará ver “muy mal” y desde el aspecto visual, el lector se sentirá poco interesado en leerlo. Y la segunda consideración que debemos tener presente, en cuanto a la construcción de párrafos, es que éstos no sean demasiado extensos. Las frases cortas y el cuidado en la puntuación de frases más largas hacen que la idea se entienda mejor.
Busca que tu texto sea atractivo. Claro que no se redacta igual un artículo científico que un artículo para una revista de humor por ejemplo. Pero sea cual sea el tema sobre el que estemos escribiendo, debemos procurar atrapar al lector y lograr que, sin perder la rigurosidad de lo que se está diciendo, el texto sea atractivo y no un preámbulo de la siesta.
Un buen cierre. Con la escritura sucede lo mismo que con las buenas presentaciones orales: es necesario tener un buen final o de lo contrario el texto puede perderse en la nada. En tal sentido, debemos tener un final efectivo, ya sea que se trate de una conclusión, de una pregunta que abra un nuevo debate o de una reflexión. El final es la última impresión que se lleva el lector; y tanto como lo fue la primera, debe atraparlo para que recuerde nuestro texto o quiera volver a leerlo.
Corrige. La corrección del texto, además de hacerla durante todo el proceso, es lo último que haremos antes de publicarlo y es una de las etapas más importantes de la escritura. Lo más conveniente sería escribirlo con anticipación de manera que podamos darle un tiempo de reposo antes de volver a corregirlo, ya que la distancia ayudará a detectar los errores y hacer los cambios para lograr un mejor producto. Esta distancia entre el texto y el escritor puede durar unas horas o días. Existen casos de grandes escritores que han llegado a estar años corrigiendo un libro antes de editarlo. Lo importante es que podamos revisarlo y si lo hacemos después de un tiempo de haberlo terminado, más efectivo será el trabajo de corrección de nuestro escrito.
En este proceso de mejoramiento de la escritura se toma en cuenta la puntuación, la gramática y la ortografía. Revisar las veces que sea necesario. Leerlo y releerlo. Una buena estrategia para mejorar nuestro artículo es dárselo a un colega para que lo lea y nos dé sus impresiones acerca de la organización de las ideas y del mensaje en general. En suma, de lo que se trata es lograr una comunicación efectiva, atractiva y que dé muestras de nuestros atributos como escritores coherentes, respetuosos del fondo y de la forma del texto escrito.