jueves, 12 de marzo de 2020

Silva Criolla: una esencia de llaneridad


          Silva Criolla, poema escrito por Francisco Lazo Martí, ha sido considerado por diversos escritores como la obra representativa de la poesía nativista en Venezuela. Fue publicada por primera vez en el año 1901, en la Revista El Cojo Ilustrado, con un número de 290 versos, en las siguientes publicaciones aumentó el número de versos alcanzado a 368 (versión más difundida de la Silva Criolla a un bardo amigo, conocida también como Manuscrito de Nutrias, en 1907).  Es una obra literaria que fusiona diversas perspectivas del poeta respecto a su vida, a sus dudas, añoranzas y el apego a su terruño.
            Esta composición poética está estructurada en once cantos con versos heptasílabos y endecasílabos, que reflejan la bella de la naturaleza, del paisaje llanero y se constituye en una hermosa y profunda invitación “a un bardo amigo” para que regrese, para que vuelva a su tierra natal, porque ya es tiempo de evitar esas horas de festines, de amores insanos que se convertirán en dardos que harán sangrar su corazón.
            El llamado es a abandonar esas cumbres, esas montañas sombrías que al levantar el día ocultan el alba naciente. Es tiempo de que vuelva, es tiempo de que torne al raso de la tierra llana, para que libre su juventud de vicios, penumbra y carnación turgente. Invita a su amigo a regresar al majestuoso llano, donde sopla del Este el viento alegre, ondea el sedoso follaje de las plantas y el sol orea la charca pantanosa. Paraíso campestre que inspira con el mugido de la vaca madrinera, el bramar del toro padrote, la copla del llanero, el vuelo del gavilán primito, del gavilán colorao, el nervioso comportamiento del cardenalito, el salto elegante y preciso del venado, el concierto de las chicharras, el oscuro rumor de las colmenas, el vuelo del turpial, del carpintero, de las garzas cenicientas o blancas y el encantador  canto de la paraulata. La descripción del paisaje llanero sigue configurando esa invitación con imágenes sensoriales que permiten detallar los encantos del campo de los cuales su amigo se ha alejado, por ello, continua el autor pidiendo a su amigo que regrese y pueda vivir el encanto del plumaje rosa de muchas garzas, la guirnalda de las flores parásitas, los nidos que cuelgan de los árboles, las bellas campanillas abiertas, el exquisito gajo de los uveros, la sabrosa almendra del merey y continúa diciendo:
En el aire, en la luz, en cuanto vive,
amor su aliento exhala;
y su aliento febril –tras el espeso
ramaje que es baluarte y es escala—
estremece del pájaro travieso
el mullido pulmón bajo del ala.
Torrente luminoso
de cumbre cenital se precipita;
del árbol generoso
la regalada sombra al sueño invita;
por el margen del caño
espárcese el rebaño;
tiemblan reverberando los confines,
y borracha de sol y miel llanera,
celeste mariposa mensajera
batiendo va sus cuatro banderines.

            En la Silva Criolla, Lazo Martí exhorta a su amigo poeta, que se ha ido para la ciudad, para que regrese a los llanos, mostrándole de forma magistralmente hermosa, las razones de su pedido: la nostalgia  que sufre  quien se ausenta de su tierra natal, el peligro de verse humillado ante los poderosos, la ciudad corruptora, el decoro personal vendido al mejor postor. En esta solicitud, el poeta muestra una concepción ética de la vida, la exaltación del campo, el repudio a la ciudad como espacio maligno y la contemplación del paisaje, el agro y la flora. Temas inspiradores que marcaron durante años la narrativa y la poesía venezolana, donde se contrasta la ciudad corrupta y la generosidad del campo. La Silva Criolla impulsó, sin duda, ese sentimiento convertido en movimiento literario, que contribuyó, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, a hacer del llano un espacio simbólico en Venezuela.

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