Silva Criolla, poema escrito por
Francisco Lazo Martí, ha sido considerado por diversos escritores como la obra
representativa de la poesía nativista en Venezuela. Fue publicada por primera
vez en el año 1901, en la Revista El Cojo Ilustrado, con un número de 290
versos, en las siguientes publicaciones aumentó el número de versos alcanzado a
368 (versión más difundida de la Silva Criolla a un bardo amigo, conocida
también como Manuscrito de Nutrias, en 1907). Es una obra literaria que fusiona diversas
perspectivas del poeta respecto a su vida, a sus dudas, añoranzas y el apego a
su terruño.
Esta
composición poética está estructurada en once cantos con versos heptasílabos y
endecasílabos, que reflejan la bella de la naturaleza, del paisaje llanero y se
constituye en una hermosa y profunda invitación “a un bardo amigo” para que
regrese, para que vuelva a su tierra natal, porque ya es tiempo de evitar esas
horas de festines, de amores insanos que se convertirán en dardos que harán
sangrar su corazón.
El
llamado es a abandonar esas cumbres, esas montañas sombrías que al levantar el
día ocultan el alba naciente. Es tiempo de que vuelva, es tiempo de que torne
al raso de la tierra llana, para que libre su juventud de vicios, penumbra y
carnación turgente. Invita a su amigo a regresar al majestuoso llano, donde
sopla del Este el viento alegre, ondea el sedoso follaje de las plantas y el
sol orea la charca pantanosa. Paraíso campestre que inspira con el mugido de la
vaca madrinera, el bramar del toro padrote, la copla del llanero, el vuelo del
gavilán primito, del gavilán colorao, el nervioso comportamiento del
cardenalito, el salto elegante y preciso del venado, el concierto de las
chicharras, el oscuro rumor de las colmenas, el vuelo del turpial, del
carpintero, de las garzas cenicientas o blancas y el encantador canto de la paraulata. La descripción del
paisaje llanero sigue configurando esa invitación con imágenes sensoriales que
permiten detallar los encantos del campo de los cuales su amigo se ha alejado,
por ello, continua el autor pidiendo a su amigo que regrese y pueda vivir el
encanto del plumaje rosa de muchas garzas, la guirnalda de las flores
parásitas, los nidos que cuelgan de los árboles, las bellas campanillas
abiertas, el exquisito gajo de los uveros, la sabrosa almendra del merey y
continúa diciendo:
En el aire, en la luz, en
cuanto vive,
amor su aliento exhala;
y su aliento febril –tras el
espeso
ramaje que es baluarte y es
escala—
estremece del pájaro
travieso
el mullido pulmón bajo del
ala.
Torrente luminoso
de cumbre cenital se
precipita;
del árbol generoso
la regalada sombra al sueño
invita;
por el margen del caño
espárcese el rebaño;
tiemblan reverberando los
confines,
y borracha de sol y miel
llanera,
celeste mariposa mensajera
batiendo va sus cuatro
banderines.
En
la Silva Criolla, Lazo Martí exhorta a su amigo poeta, que se ha ido para la
ciudad, para que regrese a los llanos, mostrándole de forma magistralmente
hermosa, las razones de su pedido: la nostalgia
que sufre quien se ausenta de su
tierra natal, el peligro de verse humillado ante los poderosos, la ciudad
corruptora, el decoro personal vendido al mejor postor. En esta solicitud, el
poeta muestra una concepción ética de la vida, la exaltación del campo, el
repudio a la ciudad como espacio maligno y la contemplación del paisaje, el
agro y la flora. Temas inspiradores que marcaron durante años la narrativa y la
poesía venezolana, donde se contrasta la ciudad corrupta y la generosidad del
campo. La Silva Criolla impulsó, sin duda, ese sentimiento convertido en
movimiento literario, que contribuyó, entre finales del siglo XIX y comienzos
del XX, a hacer del llano un espacio simbólico en Venezuela.
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