martes, 23 de abril de 2019

El Principito

En el septuagésimo sexto aniversario de su publicación.

            El 6 de abril de 1943, fue publicada la obra cumbre del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, titulada El Principito (Le Petit Prince), catalogada como una las mejores creaciones literarias del siglo XX. Su publicación la realizó la editorial estadounidense Reynal & Hitchcock, tanto en inglés como en francés. Posteriormente, ha sido publicada por diversas editoriales y traducida a más de doscientos cincuenta idiomas y dialectos. En español, fue traducida por Bonifacio del Carril y su primera publicación en dicho idioma, fue realizada por la editorial argentina Emecé Editores, en septiembre de 1951.
           Resulta curiosa la afirmación del autor en la dedicatoria que contiene esta obra, puesto que asevera que “todos los mayores han sido primero niños, (pero pocos lo recuerdan)”, en atención a esta idea es oportuno afirmar que el relato está cargado de simbologías, las cuales, a partir de un lenguaje sencillo, nos muestra una variada gama de enseñanzas y vivencias cotidianas, que en muchas ocasiones los adultos pasamos desapercibidas y, quizás, la  espontaneidad e inocencia de los niños, hace que el mensaje se devele de la manera más fluida e interesante posible.
     Con el paso de los años, los adultos vamos adquiriendo responsabilidades, “ocupaciones” y un sinfín de tareas que no nos permiten admirar las cosas hermosas que nos regala la vida. Nos alejamos de lo lúdico que resulta el hecho de ver a nuestras mascotas correr y ladrar porque hemos llegado, del hermoso canto de los pájaros que se acercan a la ventana a trinar su alegría anunciando la aurora, del hecho de despertar y poder levantarnos a darle la cara al nuevo día… De eso, nos olvidamos…
            A manera de metáfora, tal como se narra en la novela, pareciera que nos trasladamos a otro planeta; es decir, del planeta de los sueños e ilusiones, nos trasportamos al de los adultos, llenos de cuentas exactas, números extensos, orgullo, presunción, poderío, donde lo superficial es elegante y reflejar una imagen suntuosa, es lo más importante.
            Esta obra relata la experiencia de un piloto que se encuentra en el desierto del Sahara por la avería que presentó su avión. Mientras trata de reparar la nave, se acerca hasta él un niño, con cabello de rizos dorados,  que descendió de otro planeta, el Asteroide B-612. Ese niño era el Principito. El aviador, durante las conversaciones con el niño, pudo comprobar que éste fue el único que había entendido, sin tener que darle explicaciones, el dibujo que él realizó en su niñez, creando entre ellos un lazo de amistad e identificación.
           El principito le pide que le dibuje un cordero para llevárselo a su planeta, que era un lugar muy pequeño. El aviador trata de dibujarlo, pero en vista de que el Principito no estaba satisfecho con los dibujos que le había hecho, se le ocurrió dibujar una caja con unos agujeros y decirle que ahí estaba el cordero que él quería. Esta idea fue genial, porque el Principito aceptó la caja, afirmando que ese era el cordero que deseaba. Además, le cuenta como era su vida de solitaria y melancólica antes de la llegada de la flor. Cuando la flor llegó a su planeta a él se le iluminó la vida, porque es muy hermosa, coqueta y presumida. No obstante, debido una desilusión que tuvo con la flor, decide irse a otros lugares donde conoce a diferentes personajes, los cuales están cargados de simbolismos que pueden constituirse en mensajes que permitan comprender la obra y también en ideas vigentes para la convivencia de la humanidad.
            Entre estos personajes está el rey, que demuestra su señorío sobre todo lo que posee, pero sin súbditos; sin embargo, tiene claro que hay que saber dar las órdenes y no esperar de las personas algo contrario a su naturaleza o a sus cualidades (“Sólo hay que pedir a cada uno, lo que cada uno puede dar -continuó el rey. La autoridad se apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son razonables.”)
            El vanidoso, solo busca sobresalir y ser alagado, pero es cuestionado por el Principito. En algún momento de nuestras vidas hemos actuado de forma presumida, porque quizás se adolece de lo que se pregona y sin darnos cuenta podemos herir a nuestros seres queridos con este tipo de acciones. El bebedor es una persona que demuestra la ironía de las cosas y nos hace ver que en realidad nosotros tenemos la solución y somos la causa de la mayoría de nuestros problemas, los cuales nos cuesta trabajo enfrentar, porque, muchos de esos problemas están en nuestra mente únicamente.
            El hombre de negocios,  símbolo de la avaricia, donde el dinero ya no es una necesidad, sino una adicción, una enfermedad. Es también el símbolo de una persona extremadamente ocupada en sus asuntos que deja de lado la posibilidad de vivir como humano. El farolero, polémico personaje, que no tiene ninguna aspiración en la vida. Vive sin alegrías, en una eterna monotonía,  dejándose llevar por lo que le plantea el destino y siguiendo sin preguntar la metódica rutina que hace que su vida sea vacía. Y el geógrafo, es una persona rodeada de libros y mapas. Representa a los teóricos, a las personas que tienen muchos conocimientos y poca práctica. Este personaje explicó al Principito el significado de la palabra “efímera” y le aconsejó visitar el planeta Tierra.
           Al llegar a la tierra descubre muchas otras flores hermosas, esto le entristece, ya que creyó que su flor era única, pero eso no importaba porque él quería regresar a su planeta al entender que, para él, su flor sí es única. Conoce al zorro, quien se deja domesticar por el Principito y lo hace reflexionar con la frase: “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.”  Es un personaje importante en la obra. Le enseña al Principito aspectos de la vida, la amistad y los seres humanos.
            Después de contarle acerca de sus viajes al aviador, el Principito está determinado a regresar  a su planeta para estar con su flor. Por lo que, muy tristes, se despiden, y el aviador lo deja para ser mordido por la serpiente y poder llegar a su planeta.  La serpiente representa el lado misterioso de la vida, todo aquello que no comprendemos y era la vía que Principito tenía para regresar a su planeta.
            Además de estos personajes, es importante destacar lo que puede simbolizar la flor, ya que en la obra representa, por un lado, aquello que realmente amamos, por lo cual nos esforzamos y luchamos, y por otro, también puede simbolizar a las personas (o actitudes) que hieren a otros sin darse cuenta, pues solo están pensando en sí mismas. De igual manera, el aviador es un adulto que trata de “recuperar” su “niño interior” o, al menos, reflexiona acerca de eso. Y, el Principito es ese “niño interior”, es la inocencia, el idealismo, la pureza. A través de esta obra se nos enseña que debemos vivir según ideales, valores, principios, y no caer en el pragmatismo extremo y el materialismo en que comúnmente caemos los adultos.
            Este es un relato considerado como infantil, pero resulta ser una crítica de la adultez, en el que se tratan temas profundos como el sentido de la vida, la soledad, la amistad, el amor y la pérdida, aspectos de los cuales se infiere una gran lección, ya que como docentes debemos inspirar en los estudiantes valores y acciones optimistas, solidarias, de respeto. Fomentar en ellos nuevas perspectivas hacia la vida, ser un impulso para que sean personas que no se dejen llevar por las apariencias, ya que lo más importante está en el corazón y no es visible a nuestros ojos. La lectura del Principito nos invita a estar enfocados hacia el  futuro del mundo, a las nuevas generaciones y a reconocer que de nosotros (docentes, padres, familia) depende un futuro más honesto, integro, con valores, sincero, más humano y respetable.      

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