La llaneridad no es un concepto vano y sí un hecho fenomenológico producto de una “conjunción histórica de varias culturas”, como señala Herrera Cerpe (2003), “su significado va más allá de eventos, es sociológico y biológico: y, al mismo tiempo, implica todo lo que conforma la caracterización identitaria de la cultura llanera” (p.12). El lenguaje, la simbología, los valores, las costumbres, su quehacer, su tipología y cualquier conjunto de elementos culturales como mitos, ritos y creencias, de ahí emerge la cosmogonía llanera. La llaneridad se entiende como los rasgos históricos y culturales que identifican al hombre de nuestras comunidades llaneras dentro de un paisaje humano, en este caso el guariqueño. Esta noción está entrañablemente asociada a la identidad regional, que no es otra cosa que el reconocimiento de los otros, y se distingue de nuestra nacionalidad (Víctor, 1999) con una conceptualización de “alteridad sociocultural”.
De allí, la necesidad que existe hoy en día de redimir las actividades culturales que implican la celebración de los actos representativos de una región determinada. No obstante, se observa con preocupación la paulatina desaparición y la no realización de este tipo de eventos en las instituciones educativas, por lo cual es de vital importancia retomarlos, pues forman parte de los procesos de enseñanza y de aprendizaje que le brindan oportunidad al alumno para investigar, analizar aspectos y hechos que ocurren en su entorno, así mismo le permiten valorarse y valorar el currículo de manifestaciones propias de la región donde habita.
Lo expuesto va a permitir no solo al alumno sino también al docente, integrarse a la reivindicación de las manifestaciones folklóricas a través de la sensibilización y la transmisión de los mismos, utilizando para ello estrategias que conlleven a la ejecución de actividades coherentes de acuerdo a las necesidades e intereses del educando. Sin embargo, hoy en día se observa como la transculturación ha venido ganando terreno en todas las áreas del quehacer social, uniéndose a este el evidente descuido en la enseñanza del sentimiento de pertenencia hacia lo nacional, aunado a esto se presenta también la apatía y desmotivación por parte de los docentes en el abordaje de la temática cultural, como también las posibles limitaciones con respecto a la preparación académica adecuada, debido a que en muchos casos se reduce solo a impartir la parte teórica, descuidando la parte práctica que es la esencia para las celebraciones culturales.
Tal afirmación está fundamentada en lo planteado por Albornoz (2000), expresa que:
Las escuelas han defraudado las funciones que la sociedad le ha adjudicado como instrumentos de formación y transmisión social. La cultura escolar tradicional, su modo de ser compartido se ha desarrollado de espalda a las necesidades educativas de los niños a las características de su entorno. (p.67)
Por lo tanto, la escuela es una Institución social a la que se le puede adjudicar funciones fundamentales al desarrollo pleno de la personalidad, la comunicación de conocimiento, la preservación de una identidad y la integración de los educandos en el folklore. Es importante destacar las múltiples posibilidades existentes en las escuelas donde se pueden desarrollar actividades cargadas de pertenencias culturales que favorezcan el desarrollo integral de los niños, desde cuentos tradicionales, canciones, visualizaciones de escenarios que poseen valor patrimonial bien sea natural o histórico.
Stangi Gómez
C.I. 8.628.662
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