Los elementos que integran la cultura son creaciones hechas por el hombre dentro de su quehacer en un grupo social donde las creencias, la economía, la política, la técnica, las costumbres, el arte, el folklore y otros componentes similares, dan como resultado la idiosincrasia de un pueblo, es decir, todo aquello que ha influido de manera significativa en el proceso de formación individual y en el de la comunidad local, regional, nacional y universal.
Buena parte de esta cultura la conforman dentro de las que generalmente se encuentran las manifestaciones folclóricas y religiosas, Estas se manifiestan en el tiempo como patrimonio común de un pueblo, por ser trasmitido de manera continua, a través de un proceso de aprendizaje espontáneo en la convivencia de una comunidad que empíricamente adopta un conocimiento del cual no sabe su origen, pero que acepta y casi siempre sigue transmitiendo, convirtiéndolo en hecho colectivo, como un patrimonio compartido por todos los miembros de una comunidad.
Estas costumbres y tradiciones, en nuestro caso, no son netamente originarias, pues son producto de la estrecha vinculación de las culturas indígena, española y africana y que en la actualidad se relacionan dinámicamente con la globalidad de los pueblos que conforman el mundo. Los aborígenes venezolanos, fueron interceptados en sus costumbres, y obligados a adoptar las de los colonizadores y a aceptar las del negro esclavo. De ahí la variedad de tradiciones según la zona: el uso de instrumentos musicales, el culto a los santos, la variedad gastronómica, atuendos y normas propias de cada lugar.
Los caracteres enumerados están estrechamente relacionados con lo que para algunos constituye la herencia histórica, sin embargo, "no se trata de un proceso simple de agregación, de sumatoria de rasgos o de bienes culturales, sino de reactualización de los mismos y de incorporación de los nuevos. Existen hechos que pueden trascender las fronteras de una región o nación y hacerse del dominio Universal. Esto lo lleva a ser parte de la cultura general que va internalizándose en el ser humano desde temprana edad, y su práctica constante pasa a ser parte de la formación cultural de cada persona. En tal sentido, González (1991), enuncia: “lo cultural está constituido por las representaciones y valores que una sociedad se hace de sí misma” (p.74) vale decir, que por ser la cultura creación humana, es susceptible de ser aprendida, trasmitida y asumida, hasta darle un significado espiritual que se convierte en razón de vida para que el alumno se sienta partícipe del proceso histórico.
En tal sentido, los estudios sobre la cultura popular tradicional en Venezuela han estado marcados; por el concepto de folklore, término que propone en 1846 William Thoms en el ámbito de los estudiosos y aficionados a las "antigüedades", tan de moda desde comienzos del siglo XVIII. Este concepto es entendido de diferentes formas según los autores, las épocas, las tendencias, y ha tenido dificultades para encontrar su objeto de estudio y su especificidad como "ciencia" entre los estudios literarios, musicales, la arqueología, la sociología y la antropología.
Una constante entre los folklorólogos, entre estos Sevilla (1990), Alonso (1966), y Duran (1980), que a pesar de sus diferencias, es su concepción apocalíptica de la cultura popular frente a la modernización de la sociedad: se están acabando las tradiciones bajo la locomotora implacable del progreso, por eso hay que recogerlas, fotografiarlas, filmarlas y grabarlas. La cultura popular tradicional no es actual, es una “supervivencia” del pasado, una especie de fósil viviente que hay que proteger y exhibir en esos “zoológicos culturales” que son los festivales folklóricos, los museos y los centros de documentación.
Los proyectos folkloristas se ligan desde un comienzo a proyectos nacionalistas, en el folklore, en ese pasado idealizado, embalsamado y consagrado por la autoridad del folklorista, está la esencia de la identidad nacional. La cultura popular tradicional se “cosifica”, se “objetualiza” en el museo o en el libro. Se abre, entonces, la casuística, la enumeración de “rasgos auténticos”, las bases para los concursos y festivales “folklóricos” con el fin de preservar la “pureza” de las “expresiones folklóricas”. Cuestionar, interrogar el concepto de folklore y las elaboraciones que de la cultura tradicional han hecho los folkloristas bajo ese mismo nombre, es herir la sensibilidad popular, es negar la identidad, las raíces, los valores “propios” de la cultura venezolana.
Al mismo tiempo, los festivales y concursos folklóricos se organizan a partir de estos “manuales” del folklore. Es decir, que la música viva y las expresiones populares se reglamentaron a partir de investigaciones muy deficientes y que no dan cuenta de la complejidad y de los procesos de la música popular tradicional en el país. Se reglamenta el vestido "típico", la coreografía, la instrumentación, se adoptan versiones "oficiales" de melodías anónimas o se dan encendidos debates sobre la mayor "autenticidad" de una versión con respecto a otra. Esto genera un proceso de uniformización de la cultura popular en todo el país, cercenando su creatividad, condenando y negando su diversidad y dinamismo. La omnipresencia de estos textos es prácticamente total, no sólo por lo señalado anteriormente sino porque entre ellos se nutren, se refuerzan, se copian, se reproducen en una espiral cada vez más amplia.
Stangi Gómez
C.I. 8.628.662
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